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sábado, 29 de diciembre de 2012

Capítulo 25


Dos horas más tarde, faltan escasos minutos para bajar al recreo. Julia permanece sentada sin apenas moverse. Marcos no le ha dirigido la palabra en toda la mañana. A decir verdad, no le ha visto hablar con nadie. La chica tiene una sensación extraña. ¿Es posible echar de menos las palabras de alguien a quien solo conoces de hace veinticuatro horas? Quién sabe. Lo único que desea es  que llegue el recreo para librarse unos minutos de su presencia. Delante suya, Lidia no puede parar de pensar en lo que Manu le ha dicho a Marcos. La ha defendido como nadie antes lo había hecho. Pero es normal, son como hermanos, no puede hacerse ilusiones. La verdad es que ahora tiene un cacao mental que no puede con él. Por un lado está Manu, el chico del que lleva enamorada tanto tiempo, pero que a la vez es como un hermano para ella. Y  luego, está Carlos, ese chico que apenas conoce de un día pero que ha conseguido hacerse un hueco en su corazón, es que es tan mono. Lidia se siente tonta, lo más seguro es que ninguno de los dos sienta nada por ella más que amistad, son ganas de rayarse para nada. Pero, por mucho que lo intente, no puede olvidarse de esos dos chicos. El timbre indica el final de la clase y todos los alumnos comienzan a recoger sus cosas para salir lo antes posible del aula. Lidia coge su abrigo y espera a sus amigos. Cuando ya están todos juntos, salen al pasillo y comienzan a bajar las escaleras hacia el patio. De pronto, se oye una voz al fondo:
-¡Lidiaa!
La chica se da la vuelta y ve cómo Carlos se acerca apresuradamente hacia ella. Pero, por muy raro que parezca, no va solo. Una chica bajita, bastante morena de piel y de ojos color miel, camina a su lado. ¿Quién será? No tardará mucho en averiguarlo. Lidia muestra una dulce sonrisa y, cuando el chico está a su lado, dice:
-¡Carlos! ¿Qué tal? Veo que ya has hecho alguna que otra amiga.
-Sí, ella es Clara, me ha ayudado a orientarme por el cambio de instituto y eso.
La chica, dándose cuenta de que su presencia no ha sido bien recibida, se limita a decir:
-Se te veía un poco perdido, pero yo me voy ya.
Se despide de Carlos con la mano y se aleja poco a poco. A Lidia no le ha gustado nada la noticia, está claro que esa chica quiere algo más que amistad con él. Bueno, eso ahora no importa. Se da cuenta de que su amigo y Julia todavía no se conocen, así que se dispone a presentarlos, pero… Mira a su amiga y nota que algo no va demasiado bien, tiene la mirada perdida y parece bastante seria. ¿Qué la pasa? Carlos y Manu están entretenidos comentando el partido de ayer, un Madrid-Barça, todo un clásico. Aprovechando que los chicos están distraídos, Lidia coge a su amiga de un brazo y la lleva a un sitio donde puedan hablar tranquilas, un pequeño hueco que hay detrás de la escalera donde nadie puede verlas. Allí, dice sin rodeos:
-Julia, ¿qué te pasa?
La chica levanta la mirada.
-Nada. No me pasa nada.
-¿Que no te pasa nada? Julia, aprende a mentir o te va a ir muy mal en la vida. A lo mejor otro se lo hubiese creído, pero a mí no me engañas. Te conozco perfectamente, y sé que te pasa algo. Si no te pasase nada, no estarías a punto de llorar.
Julia no dice nada. Su amiga tiene razón, es imposible engañarla.
-Es que… ni siquiera yo sé lo que me pasa.
La chica no miente, lleva toda la mañana sin ganas de nada, y no sabe el motivo. Solo tiene muchas ganas de llorar y escuchar música. Es como droga para ella. Lidia rodea a su amiga con los brazos y le da un fuerte abrazo, no puede verla mal. Las dos chicas se separan y se sientan en el suelo, se está bastante bien ahí. Hablan durante un largo rato y Julia le cuenta a su amiga que no sabe muy bien por qué está así, pero que parte de la culpa la tiene Marcos. Apenas le conoce, y debería darle igual, pero parece que ese chico es importante para ella. Lidia comprende que, aunque ella todavía no lo sepa, su amiga está empezando a pillarse por Marcos. Las chicas oyen unos pasos. Alguien las ha descubierto. Manu se presenta ante ellas y dice:
-Así que estabais aquí. Ya nos habíais preocupado, chicas.
Carlos asoma la cabeza por detrás del chico y se limita a sonreír. Las chicas se levantan del suelo y les acompañan al patio del colegio.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Capítulo 24


A diez minutos de ser las ocho de la mañana, un rayo de luz ilumina la cara de Julia. Alguien ha abierto la puerta de su habitación. Valentina entra deprisa y sube la persiana haciendo demasiado ruido.
-Valen, no hagas tanto ruido, que tengo sueño.
La chica mayor se sienta sobre la cama de su hermana, le acaricia cariñosamente la cabeza y le dice:
-Julia, entramos a las ocho y diez, y faltan diez minutos para ser las ocho. Despierta pequeña, que nos hemos dormido.
La chica abre los ojos como platos y sale de la cama. Joder, el primer día y ya llega tarde. Empezamos bien el instituto. Entra en el baño y se lava la cara. Recorre el pasillo, entra en la cocina, abre la nevera y saca un zumo de melocotón, su favorito. Se lo toma y comienza a vestirse. Un cuarto de hora después, ya está lista para ir al instituto. No llega ni de broma. Está demasiado lejos para llegar a tiempo. Valen la espera en el salón.
-Vamos a llegar tarde.- dice la pequeña.
-Sí, pero no llegaremos muy tarde si te llevo en moto.
Valentina le da un casco de color blanco a su hermana y ambas bajan al garaje. Siempre le han gustado las motos y, en cuanto cumplió los dieciséis, hace unos meses, estudió para sacarse el carnet. Se le dio bastante bien y sus padres le compraron una moto como recompensa, su preciosa Vespa roja. La misma que está aparcada en el garaje. Las chicas se ponen el casco y se suben a la moto. Ya están acostumbradas, han pasado todo el verano moviéndose en Vespa. De modo que no les resulta complicado salir a la calle. Valentina pisa el acelerador y continúa su camino hasta llegar a un semáforo en rojo. Julia disfruta mucho cuando va en moto, es algo que siempre le ha gustado. Está segura que de mayor tendrá una de ellas y será como su hermana. El circulito del semáforo se pone en verde y, cinco minutos más tarde, las chicas llegan al instituto. Valentina aparca la moto en la puerta y se despide de Julia. Ambas suben corriendo las escaleras hasta su clase. Por el camino, Julia se encuentra con algún que otro alumno en la misma situación que ella. Bueno, al menos no es la única. Llega a su clase y llama a la puerta. Nadie responde, abre y ve que el profesor todavía no ha llegado. ¡Qué suerte ha tenido! Nada más entrar en clase, Lidia se acerca a ella y le pregunta:
-Juli, ¿qué te ha pasado?
-Nada, el primer día y ya me he dormido. Se me olvidó poner el despertador.
-Joder, macho, me has tenido media hora esperando eh.- dice Manu con una sonrisa.
-Anda, enano, ya sé que no puedes vivir sin mí.- responde la chica.
Lidia, muerta de celos, muestra una falsa sonrisa. El timbre suena y la profesora de Lengua entra por la puerta. Menos mal, no aguantaría ni un segundo más de tonteo entre sus dos mejores amigos. Todos los alumnos se sientan en sus pupitres y atienden a la explicación. Julia se sorprende, pues Marcos no ha aparecido por clase, y cómo no, Sergio tampoco. Seguro que se han ido a pintar o simplemente a pasar el tiempo, lo que sea con tal de no ir a clase. En ese momento, alguien llama a la puerta. La profesora abre y todos ven a un Sergio acalorado, con motivo de una buena carrera. Menos mal, el chico no estaba con Marcos. Entra en clase y toma asiento, no sin antes dedicarle una bonita sonrisa a Julia. Ayer congeniaron bastante bien y no quiere estropearlo. La chica se sonroja y Lidia muestra una discreta risita. “Menuda sonrisa acaba de echarle Sergio aquí a mi amiga” piensa. Los minutos pasan y la clase acaba. Nadie ha prestado demasiada atención a las explicaciones, todos estaban mentalmente dormidos. Manu y Lidia se levantan y se asoman a la puerta. Julia está demasiado ocupada hablando con Sergio. En el pasillo, los alumnos caminan y se dirigen a los baños o simplemente charlan entre ellos. De repente, Marcos entra en clase dando un fuerte empujón a Manu para que le deje pasar:
-¡Quita maricón!- es lo único que dice.
Lidia hace ademán de defender a su amigo, pero Manu la detiene.
-Déjalo, tía. No merece la pena.
-Pero no puedes dejar que te trate así, no tiene ningún derecho.
Marcos suelta una sonora carcajada y se limita a decir:
-Yo hago lo que me da la gana, y una niñata como tú no me va a decir lo contrario.
-¡Eh! A Lidia la dejas en paz. A mí dime lo que quieras, pero a ella ni la toques, imbécil.- contesta Manu.
-¡Qué miedo me das! Os dejo solos, parejita.
-Nosotros no tenemos la culpa de que Julia pase de tu cara.-dice Lidia.
Marcos no responde, eso le ha dolido. Pone cara de no tener muchos amigos, se dirige a su pupitre y se sienta de mala manera. 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Capítulo 23


14 de septiembre. Siete y diecisiete de la mañana. Una de las canciones de One Direction invade la habitación de Lidia. La chica abre los ojos lentamente. No está acostumbrada a madrugar, así que deja sonar la canción hasta que finalmente se levanta. Si Julia estuviese ahí, jamás la habría dejado sonar completa. Su amiga odia a esos cinco chicos londinenses, nunca le han gustado demasiado las boybands, piensa que es algo pasado de moda. Bueno, no es momento de ponerse a pensar en Julia. Es el primer día oficial de clase después de la presentación y tiene que estar guapa. Sale de la cama y se mira al espejo. Buf, esas ojeras no son de este mundo, demasiado tiempo sin madrugar, hoy tocará usar el corrector. Lo primero es desayunar, no hay muchas ganas pero su estómago lo agradecerá a media mañana. Entra en la cocina y se prepara un vaso de leche con Nesquik. No le apetece comer nada, así que coge una mandarina para comérsela en el recreo, un poco de vitamina para una mañana de instituto. Entra en su habitación y se viste, otra vez el mismo uniforme de todos los años. Un poco de maquillaje y lista para salir a la calle. Se despide de su madre y sale de casa. Este año su padre tiene el turno de mañana, la verdad es que se le hace raro levantarse sin ese olor a café y a tostadas con mermelada que inundaba toda la casa por las mañanas. Se acabará acostumbrando. Cierra la puerta de casa y oye unos pasos en las escaleras, se esconde detrás de una columna y espera a que su vecino pase. Finalmente, se asoma y comprueba que sus sospechas se han cumplido, era Carlos. No le apetece encontrarse con él, anoche la ignoró en Tuenti y no es plan de echárselo en cara. Espera unos instantes hasta que oye la puerta del portal cerrarse y baja las escaleras. Un último vistazo en el espejo del vestíbulo y sale a la calle. El cielo está oscuro y las calles están totalmente desiertas. ¿Dónde se ha metido su vecino? La respuesta no tarda en llegar. La chica nota cómo alguien le coge por la cintura y le dice al oído:
-Buenos días, princesa.
Lidia sonríe. Ese chico sí que sabe cómo tratar a las chicas. Se da la vuelta y dice, para sorpresa del chico:
-Buenos días, mi príncipe.
¿Habrá sonado un poco cursi? Una sonrisa dibujada en la cara del chico le indica que, haya sido cursi o no, le ha gustado. Eso es lo importante. Sus miradas coinciden y el tiempo se detiene por un momento. Comienzan a acercarse poco a poco, pero finalmente el chico sonríe y dice:
-Vamos, que si no llegamos tarde.
Después de lo que pasó ayer no quiere volver a arriesgarse. Quiere conocer bien a su nueva vecina antes de dar el primer paso. No es bueno precipitarse. Además, anoche no respondió al chat cuando ella le habló. Ha estado toda la noche pensando cómo sacar el tema, pero no ha encontrado la forma, lo dejará pasar. Ambos caminan charlando animadamente hasta que llegan a la puerta del instituto:
-Ven, quiero que conozcas a mis amigos.-dice la chica y le coge del brazo obligándole a caminar.
Llegan al otro lado del patio y Manu observa con curiosidad a su amiga. ¿Quién ese chico que va con ella? Lidia llega ante su amigo y lo primero que dice es:
-¿Y Julia? ¿No ha venido?
Manu responde:
-No, la he estado esperando más de diez minutos y no ha aparecido, así que supongo que vendrá ahora con su padre en coche.
-¿Llevas mucho tiempo aquí solo?
-¡Qué va, solo un rato! Bueno, ¿me presentas a tu amigo?
Carlos, que había permanecido toda la conversación distraído, levanta la cabeza y sonríe. Lidia le coge del brazo y dice:
-Claro, este es Carlos, mi nuevo vecino, el primo de Laura. Se ha mudado a la ciudad y no conoce a casi nadie. Va a segundo.-y, tras esa breve explicación se gira para mirar a Carlos y dice- Carlos, este es Manu, mi mejor amigo.
Los dos chicos se dan un apretón de manos y pronuncian un “encantado de conocerte” mutuo. El timbre suena y todos suben las escaleras preguntándose dónde demonios se ha metido Julia.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Capítulo 22


Por la noche, en casa de Julia.
-Ya están otra vez discutiendo. Tengo miedo, Valen.
-Tranquila, pequeña. No pasa nada, solo son pequeñas discusiones.
-Ya, pero es que últimamente todos los días tienen pequeñas discusiones, y tengo miedo. Tengo miedo de que algún día una de esas pequeñas discusiones llegue a algo más, se rompa el lazo que les une y se separen definitivamente. No podría vivir sin papá y mamá juntos.
Valen duda, no sabe qué decir. La verdad es que ella también tiene miedo, pero no puede admitirlo. Tiene que intentar animar a su hermana, de modo que dice:
-Eso no va a pasar, ¿me oyes pequeña? Eso no va a pasar.
Las dos hermanas, que han permanecido sentadas en la cama un buen rato, se abrazan e intentan sonreír. Valentina le da un beso en la mejilla y le dice dulcemente:
-Vamos, a la cama. Que ya es hora de irse a dormir. No pienses en eso, que mañana será otro día.
Julia hace caso a su hermana y regresa a su habitación, no sin antes despedirse de ella. Valen continúa sentada en la cama. Está triste, intenta aparentar ser fuerte delante de su hermana, porque no quiere verla sufrir. Pero, cuando se queda sola, vuelve a ser ella. Siempre ha sido de lágrima fácil, es algo que no puede evitar. Coge el móvil y llama a su novio. Es la única forma que se le ocurre para no pensar en ello, además, necesita consuelo. Busca en sus contactos y le da a llamar. Tres pitidos y se oye una voz al otro lado de la línea:
-Hola, mi vida.
-Hola.-responde la chica sin mucho ánimo.
-¿Qué tal, cariño?
-Bueno, he estado mejor. ¿Y tú?
-Pues si me dices eso, me pongo triste. ¿Qué ha pasado?
-Nada, lo de siempre. Que mis padres ya están otra vez igual.
-Joder, ¿no se van a cansar nunca? ¿Es que no se dan cuenta de que tu hermana y tú sufrís viéndoles así?
-No lo sé, pero si las cosas siguen así, estoy segura de que algún día se separarán.-y, al pronunciar esa frase, la chica rompe a llorar.
-Eh, mi amor. No llores. ¿Quieres que vaya a verte?
-Es igual, ya es de noche.-dice la chica.
-Tarde, estoy de camino.
Jaime, nada más ver que su novia le estaba llamando, supo que pasaba algo. Siempre hablaban por Whatsapp o por Tuenti, y ya era tarde para hablar por teléfono. De modo que salió de casa en dirección a la de Valentina. Viven a dos calles de distancia, así que pronto llegará a su destino. Ha quedado con la chica en cinco minutos en su portal. Tiene unas ganas enormes de darle un abrazo y un beso. No le gusta verla mal.
Mientras tanto, en otra habitación de la casa de los Martínez, Julia permanece sentada en su escritorio. Se siente rara. Ya no es solo lo de sus padres, es algo que tiene que ver con Marcos. Ha hablado con Sergio y han aclarado las cosas. El chico no tiene nada en su contra y no sabe por qué Marcos está actuando de esa forma con ella. Al principio parecía que habían congeniado, pero en menos de veinticuatro horas todo ha cambiado por completo. Sergio la ha advertido que su amigo es muy orgulloso y jamás la pedirá perdón, así que si ella no se arrastra, estarán bastante tiempo sin hablarse. Le ha alegrado saber que el chico confía en ella, pero se siente mal por lo que ha pasado con Marcos. Entra en Tuenti y mira el estado de este último. Solo una palabra: “Niñata.” Con eso lo deja todo claro, se ha enfadado bastante con ella. A ver qué pasa mañana. En ese momento, Valentina entra en su habitación y la avisa de que va a salir un momento. Julia promete cubrirla si sus padres preguntan por ella, algo casi imposible, ya que están enfadados. La hermana mayor sale de casa y, al cabo de un rato, Julia se queda dormida.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Capítulo 21


A eso de las once, en casa de Lidia.
La chica todavía sigue pensando en lo que ha pasado hace apenas unas horas con Carlos. No puede creerlo, su nuevo vecino ha estado a punto de besarla. ¡Maldito ascensor! Si no hubiese arrancado, habría recibido su primer beso. Pero, ella quiere que su primer beso sea especial. Está enamorada de Manu desde hace mucho tiempo y siempre ha deseado que su primer beso se lo dé él, su mejor amigo, su amor platónico. Esto es muy difícil, nunca pensó que se iba a enamorar, y mucho menos de un chico que la trata como a una hermana. Es algo subrealista. Le conoce desde que eran pequeños, le ha cogido muchísimo cariño y le da miedo sincerarse con él por miedo a perder una valiosa amistad. Al principio, le quería como a un amigo, pero poco a poco se fue dando cuenta de que sentía algo más que amistad por ese chico de ojos marrones. Y ahora, ahora Carlos ha aparecido en su vida, sin avisar, desordenando sus sentimientos por completo. ¿Quién sabe? Tal vez le ayude a olvidarse de Manu y deje de sufrir para siempre. Está hecha un lío, todo eso es muy complicado. Ha hablado con Julia y solo ha conseguido rayarse más, su amiga le ha dicho que se lance, que no tenga miedo de lo que pueda pasar, que deje la timidez a un lado. Pero hay un problema, que Julia no sabe que está enamorada de Manu. Si lo supiese, seguro que cambiaría de opinión. Por otra parte, no ha hablado con Carlos en toda la noche. ¿Le dará vergüenza hablarla o simplemente estará ocupado haciendo otras cosas? No lo sabe, pero tiene unas ganas tremendas de hablar con él, de modo que le busca en el chat de Tuenti y escribe:
“Hola. Siento mucho lo del ascensor, estaba muy nerviosa y te he echado la culpa a ti. Has sido muy bueno conmigo, de verdad.”
Mientras tanto, en casa de Carlos.
El chico ha llegado a casa nervioso, ha estado a punto de besar a una chica que apenas conoce de unas horas. Ni siquiera sabe por qué lo ha hecho, ha actuado por instinto y, si el ascensor no hubiese comenzado a funcionar, a lo mejor habría cometido el mayor error de su vida. La verdad es que nunca le había pasado lo que le pasa con Lidia. Ha sido un flechazo, como en las películas. Nunca pensó que algún día llegaría a sentir algo así por una chica. Sin embargo, apenas la conoce y no quiere imaginar qué ha podido pensar su vecina cuando ambos estaban en el ascensor. Se muere por hablar con ella, pero no quiere parecer pesado. Lo mejor será entretenerse un rato. Entra en Skype y mira a ver si su hermana está conectada. Ha tenido suerte. Hace click en su nombre y comienza a hablar con ella. La verdad es que la echa muchísimo de menos, vivir lejos de una hermana apenas dos años menor que tú es muy duro. Mira a la pantalla, la chica sonríe, es una adolescente preciosa, cualquiera mataría por estar con ella. Lleva el pelo recogido en una coleta y su flequillo rubio cae hasta taparle las cejas. Carlos la mira con una dulce sonrisa y le dice cariñosamente:
-Te quiero enana.
Marta sonríe. Su hermano siempre ha sido su principal apoyo. Estar tanto tiempo sin él va a ser muy difícil. Barcelona no es lo mismo sin ese chico de ojos marrones. Le mira y dice:
-Yo sí que te quiero. Estás guapísimo.
-Ya sabes de quien has heredado la belleza.- bromea Carlos.
La chica esboza una triste sonrisa. Joder, le quiere mucho. Es imposible vivir sin sus tonterías, sus abrazos, sus peleas, sus reconciliaciones, sus noches en vela viendo películas de miedo. Recordando viejos momentos, se le han humedecido los ojos y una pequeña lágrima recorre su mejilla. Carlos se da cuenta, y en seguida comienza a hablarla:
-¡Ey! ¿Por qué lloras princesa? ¿A quién tengo que partirle la cara?
Marta se seca las lágrimas y dice con toda seguridad:
-Pártele la cara a la distancia. Golpéala hasta hacerla desaparecer. Nos separan muchos kilómetros. Espero verte en Navidades, no voy a poder aguantar mucho tiempo sin ti.
Carlos está empezando a emocionarse. Su hermana es muy madura para ser tan pequeña. Nunca pensó que algún día tendría que estar a tantos kilómetros de distancia de ella. Siendo sinceros, nunca pensó que sus padres llegarían a separarse. Habla y dice:
-Princesa, algún día iré a buscarte a Barcelona y nos fugaremos juntos, ¿qué te parece?
Ambos continúan hablando durante horas hasta que la chica decide irse a dormir. Es entonces cuando Carlos abre la ventana de Tuenti y descubre el mensaje de Lidia, pero su vecina ya no está conectada. ¡Qué lástima! Bueno, mañana a las ocho la esperará en el portal y hablará con ella. Ahora es hora de irse a dormir.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Capítulo 20

Sergio camina hacia su casa a paso ligero. Son ya casi las diez de la noche y aún le queda un buen rato de camino, sus padres estarán preocupados. Hay poca gente por la calle, es como si ya estuviésemos en invierno. Hace unos días disfrutaba de las tardes de piscina, y ahora, ahora le quedan escasas horas para empezar el instituto. ¿Será tan difícil como algunos dicen? ¿Empezará a fijarse en las chicas? ¿Dejará de sacar buenas notas? ¿Empezará a pintar con Marcos? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas. Pero, por su cabeza ronda otra pregunta mucho más importante que las anteriores, ¿estará empezando a sentir algo por Julia? Las palabras de Marcos le han hecho reflexionar, ni siquiera sabe por qué la ha defendido delante de su amigo. Tampoco se lleva tan bien con ella como para encararse ante Marcos. Está hecho un lío. Su adolescencia apenas acaba de empezar y ya está harto de todo. Le quedan muchos años de sufrimiento, muchas cosas por descubrir, muchos sentimientos por conocer. Le quedan alegrías, tristezas, amores, desamores, ilusiones, decepciones, abrazos, sonrisas, lágrimas, peleas, reconciliaciones. La adolescencia es un tiempo duro, pero es la época más bonita de la vida. No puede seguir rayándose por sus sentimientos, lo mejor es dejar de pensar en ello. Si algo tiene que pasar, pasará. Si no, todo habrá sido una pérdida de tiempo. Julia es solo una amiga más, ni siquiera sabe si ella siente algo por él. Todo pueden ser paranoias de Marcos sin sentido. La verdad es que nadie antes le había dicho que Julia estuviese coladita por él. Pero, aunque lo intente, no puede dejar de pensar en ella. Joder, ¿por qué tiene que ser todo tan difícil? Necesita desconectar, necesita escuchar música. Saca su móvil del bolsillo. Tiene varios Whatsapps, ahora no es el momento de leerlos. Entra en su carpeta de música, se pone los auriculares, le da al play y desconecta del mundo. Continúa escuchando música hasta que llega a su casa, a eso de las diez y cuarto. No quiere escuchar la voz de sus padres, o peor, la de su hermana, así que no llama al telefonillo. Saca las llaves del bolsillo y abre la puerta. Sube por las escaleras, entra en casa y se mete en su habitación sin saludar a nadie. Está cambiándose cuando alguien abre la puerta.
-No me jodas, Paula. Avisa antes de entrar.- dice el chico poniéndose la camiseta.
-Tranquilo, hermanito. No me iba a sorprender lo que pudiese ver.
-Claro, ya estarás acostumbrada, ¿no?- dice el chico dando un golpe bajo.
-Idiota. Sé que en el fondo me quieres.
Sergio no dice nada. Nunca se ha llevado demasiado bien con su hermana, pero parece que hoy viene de buenas, así que le regala una dulce sonrisa. Y, a continuación, pregunta:
-Bueno, ¿para qué has venido?
La chica adquiere una expresión facial seria, como una hermana protectora:
-Sergio, son más de las diez. Eres pequeño para llegar a casa a estas horas. Papá y mamá estaban preocupados, te han enviado mil Whatsapps pero no has respondido. Has entrado en casa y ni siquiera les has saludado, ya no saben qué hacer contigo. Últimamente, estás muy raro.
Sergio no puede creer que su hermana le esté diciendo eso. La verdad es que hace un año las cosas no eran así, ellos dos hablaban más y él no tenía tantas broncas con sus padres. A lo mejor, su hermana tiene razón y él ha cambiado. Ya no sabe qué pensar. Simplemente le dice:
-A lo mejor es verdad y estoy cambiando. No sé, últimamente las cosas no van demasiado bien.
Paula no se esperaba esa respuesta, esperaba algún insulto o algo parecido. Su hermano pequeño parece que lo está pasando mal y su obligación es intentar animarle. Sonríe y le dice cariñosamente:
-Anda, ven aquí tonto.- y acto seguido le da un cálido abrazo.
Sergio se siente cómodo. Hacía tiempo que no estaba así con su hermana. Habían perdido la confianza y apenas hablaban si no era para discutir. Él la quiere mucho, es su hermana, y si alguien la toca, haría cualquier cosa por defenderla. Pero es demasiado orgulloso como para mostrar sus sentimientos. Tras un largo rato, la chica se dispone a hablar:
-Bueno, Sergio. Yo me voy, que he quedado con unos amigos.
-Pásatelo bien y no te preocupes por mí. Intentaré ser más amable con papá y mamá.
-Así me gusta, hermanito.-le da un beso en la mejilla y sale de la habitación.
Sergio, una vez solo en su cuarto, se dispone a leer los mensajes. Diez son de su padre. Todos ellos preguntándole dónde está, a qué hora va a llegar a casa y cosas por el estilo. Y uno es de Julia. Por el camino, había decidido alejarse de ella, pero no puede evitar comenzar a leerlo. Cuando termina, se siente realmente bien. Una sonrisa se ha dibujado en su cara y todo lo malo ha desaparecido por unos instantes. No se esperaba algo así de su amiga, y menos después de lo que ha pasado con Marcos. ¿Qué le puede responder? No tiene ni idea, nunca se le ha dado bien hablar con las chicas. Finalmente, escribe:
“¡Julia! De nada. No me gusta verte mal, necesitabas un abrazo y yo me he dado cuenta. Somos amigos, ¿no? Tú habrías hecho lo mismo por mí.”
No le convence mucho, pero sus neuronas no dan para más. Pulsa el botón de enviar y que sea lo que dios quiera.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Capítulo 19


Julia camina sola hacia su casa. Ha sido una buena tarde junto a sus amigos. Es justo lo que  necesitaba para olvidarse del imbécil de Marcos. Pero ahora, que está sola, que no hay nadie por la calle, vuelven a su cabeza las palabras de ese chico. Realmente, ha estado muy borde con ella. Simplemente ha dado su opinión sobre los graffitis, no sé, es algo que nunca le ha gustado. Le parece otro acto de vandalismo más. Tal vez no debería haberlo dicho con esas palabras, pero no es para que le conteste de esa forma. Bueno, lo mejor será desconectar y dejar el tema por un tiempo. Continúa caminando hasta que llega a su portal y abre la puerta con las llaves. Entra dentro del portal pero, casi instintivamente, vuelve a salir y contempla la pared. Allí, en el portal de su casa, en grandes letras negras, está la firma de su compañero, acompañado de un enorme “death”. Definitivamente, ese chico tiene algún tipo de problema mental. No se le ocurre otra cosa que ir a su portal y amenazarla con un mísero graffiti. Pues esto no va a quedar así. Entra en una tienda próxima a su casa y compra un spray del mismo color que el graffiti. Lo abre y tacha sin piedad la firma de Marcos. Nada más cerrar el bote, se arrepiente de lo que acaba de hacer. Ha actuado por instinto, sin pensar, y la que se va a armar es bien gorda. Pero así aprenderá a no meterse con gente como ella, que podrá parecer muy buena, pero cuando se enfada, se enfada de verdad. Lo primero es que él no tiene derecho a pintar su portal, y lo segundo, que se lo tiene merecido por imbécil. Guarda el spray en el bolso por si lo pudiese necesitar en algún momento y sube por las escaleras lo más deprisa que puede a su casa. Entra por la puerta, saluda a sus padres y se encierra en su habitación. Se quita la ropa y se pone el pijama. Se tumba en la cama y mira al techo durante un largo rato. Deja la mente en blanco y se concentra en la enorme pared blanca, es la única forma que tiene de desconectar del mundo.
Mientras tanto, unos metros más abajo.
-¡Qué hija de puta! Me ha tachado la firma.
-Venga tío, ni siquiera sabemos si ha sido ella. No tenemos pruebas.- intenta tranquilizarle Sergio.
-¿Que no tenemos pruebas? Lo hemos pintado hace cinco minutos y solo ha pasado ella por el portal. ¿Quieres más pruebas?- responde Marcos a la defensiva
-Bueno vale, ha sido ella. Pero un poco de razón sí que tiene. Hemos venido y le hemos pintado en la puerta de su casa sin mucha razón.
-Tío, pero de qué coño vas. A ti lo que te pasa es que la piva te gusta, y ya está. No intentes negarlo, porque los dos sabemos que es verdad.
-Mira, déjame. Tú no me entiendes. Yo me voy. Si tú quieres seguir con esta tontería, ahí tienes el spray.
Y, tras decir eso, se va lo más deprisa que puede hacia su casa. Marcos, que se ha quedado solo, no sabe qué hacer. Tenía pensado hacer otra pintada, pero tal vez sea demasiado inmaduro. Lo mejor será esperar a mañana y hablar con ella en el instituto. Sí, eso es lo mejor. El chico recoge sus cosas y comienza a caminar por las oscuras calles de la ciudad.
Julia, que lo ha visto todo desde la ventana de su habitación, le contempla sin ninguna expresión facial. No sabe qué ha pasado. Al principio estaban los dos chicos hablando, pero luego… Sergio se ha alterado y le ha dicho algo a Marcos, ha recogido sus cosas y se ha marchado con paso decidido. Después, el chico se ha quedado pensativo un rato y, finalmente, ha hecho lo mismo que su amigo. ¿Y si habla con Sergio? No, quedaría como una cotilla. Pero, de todas formas, le apetece hablar con él y aclarar las cosas. Coge su móvil y se mete en su Tuenti. Abre el chat y… ni rastro de Sergio. Se mete en Whatsapp y comprueba que su última conexión ha sido hace dos horas. Genial, ahora ni siquiera puede hablar con él. Bueno, le enviará un mensaje para que responda cuando lo vea:
“¡Hola! Gracias por preocuparte por mí esta mañana. No tendrías por qué haberlo hecho. Me ha gustado el abrazo. Hacía tiempo que no te comportabas así conmigo”
Lo revisa un par de veces y finalmente pulsa el botón de “enviar”. Solo el destino decidirá la respuesta. 

martes, 20 de noviembre de 2012

Capítulo 18


A eso de las diez menos veinte, Carlos y Lidia llegan al edificio donde ambos viven. Esta vez, es la chica la que abre la puerta, dejando pasar a su amigo primero. Suben las escaleras del rellano y Carlos se dirige al ascensor.
-¿Subes?- pregunta con una dulce sonrisa.
Lidia no sabe qué responder. Es una chica sana, siempre sube por las escaleras y no le gustan demasiado los espacios cerrados. Pero, por otro lado, se muere de ganas por subir con Carlos. Finalmente, decide subir por el ascensor. De todos modos, ¿qué puede pasar?
-¡Claro!- responde devolviéndole la sonrisa.
El ascensor llega y Carlos sujeta la puerta para que la chica pase primero.
-Vivías en el cuarto, ¿no?
-¿Acaso lo dudabas?
El chico se limita a sonreír y pulsa el botón que tiene escrito el número cuatro. Por un momento, se produce un silencio incómodo. Ninguno de los dos sabe qué decir, pero ambos desean sacar un tema de conversación cuánto antes. En los ascensores suele pasar, te limitas a mirar al suelo y desear que llegue tu piso de una vez por todas. Carlos está dándole vueltas a la cabeza, pensando un tema sobre el que hablar, cuando de repente, se produce un ruido ensordecedor. Se apagan las luces, el espacio queda totalmente a oscuras y el ascensor se para. Lidia se sobresalta al oír el ruido y está a punto de caer al suelo, pero Carlos la agarra con fuerza. La chica se recompone y se acerca cada vez más al chico. Ambos permanecen unidos en un bonito abrazo, uno junto al otro, hasta que se encienden las luces de emergencia.
-¡No, no! Venga, arranca, maldito trasto- dice la chica con un tono de preocupación en su voz.
-Tranquila, Lidia. Sólo durará un par de minutos. En seguida, estaremos fuera.
-No, no lo entiendes. Soy claustrofóbica. Si permanezco en un espacio cerrado más de diez minutos, empiezo a hiperventilar. Puedo llegar a ahogarme. Por eso, nunca subo en el ascensor. Pero hoy, por la estúpida idea de acompañarte, me he metido en este viejo trasto.
La chica está muy nerviosa. No es la primera vez que le pasa, pero en otras ocasiones tenía su inhalador a mano. Esta vez todo es diferente, hace tiempo que no le daban ataques de esos, pero todo en la vida te sorprende en el momento más inesperado. Carlos, al ver que su amiga está empezando a ponerse pálida, pierde los nervios y comienza a chillar:
-¡¡Socorro!! ¿Hay alguien que pueda ayudarnos? Nos hemos quedado encerrados. ¡Socorro!
Pero nadie responde a sus súplicas. Lidia se ha sentado en el suelo del ascensor en un pequeño rincón, tiene la cara cubierta con las manos y apenas puede respirar bien. Carlos está empezando a ponerse nervioso, si hubiese sabido que su amiga tenía ese problema, jamás habría dejado que subiese en el ascensor con él. Nunca se le ha dado bien consolar a la gente, pero tiene que intentarlo. Se acerca a la chica y se pone en cuclillas frente a ella. Le coge las manos y las aprieta fuertemente entre las suyas. Le mira a los ojos y sonríe. Sus labios se limitan a pronunciar unas simples palabras:
-Todo va a salir bien, preciosa.
Lidia le mira detenidamente y sus labios dibujan una triste sonrisa. Sabe que su amigo solo intenta ayudar, pero como la situación siga así no conseguirá nada con ello. Carlos percibe la tristeza de esa sonrisa, le parte el alma ver así a esa chica tan especial para él. Apenas la conoce de hace unas horas y ya es como si llevasen juntos toda una vida. La chica sigue sin sonreír, así que tendrá que sacar sus armas secretas. Lleva queriendo hacer esto desde el momento en que la ha visto por primera vez, pero quizá sea demasiado precipitado. Bueno, no pasa nada, la situación lo requiere. Carlos vuelve a mirarla a los ojos, y permanece así unos cuantos segundos. Finalmente, le retira el pelo de la cara con extremada delicadeza, le coge la barbilla y... Otro ruido ensordecedor le hace recapacitar. El ascensor vuelve a funcionar. Carlos se levanta y le tiende la mano a Lidia para ayudarla. Llegan al cuarto piso y ambos se despiden con un abrazo y dos besos en la mejilla. Pero, ¿qué habría pasado si el ascensor no hubiese vuelto a funcionar? 

domingo, 18 de noviembre de 2012

Capítulo 17


Carlos abre los ojos lentamente. Mierda, se ha quedado dormido escuchando música. No es la primera vez que le pasa, es un chico demasiado despistado. Coge el móvil, mira el reloj y… son las seis menos cinco. Ha quedado a las seis, no llega a tiempo ni de broma. Sale rápidamente de la cama y se pone lo primero que pilla. Entra en el baño y se mira al espejo. Bueno, no está tan mal. Puede salir a la calle así, nunca le ha importado demasiado su aspecto. Se despide de su padre y baja las escaleras a toda prisa. Recorre la urbanización y por fin llega a la calle. Son las seis y cinco. Si se da prisa, solo llegará diez minutos tarde. Solo un semáforo más y llegará a su destino. El muñequito cambia de rojo a verde en cuestión de segundos y el chico cruza lo más rápido que puede. Llega al parque situado en frente de su nuevo instituto y divisa a su prima sentada en un banco a lo lejos con dos chicos. Carlos comienza a caminar hacia allí, y Laura le observa desde la lejanía. De verdad, este chico no tiene remedio. No sabe cómo lo hace pero siempre llega tarde. Por fin, el chico llega junto al banco.
-Ya te vale, primo. Llevamos más de diez minutos esperándote.
-Lo siento, es que me he quedado dormido.
-Bueno, no importa. Os presento. Chicos, este es mi primo Carlos. Es nuevo en la ciudad y todavía no conoce a nadie. Carlos, ellos son: Sergio, mi mejor amigo, y Marcos.
-Encantado de conoceros.- dice Carlos, observando a los chicos. Ambos llevan gorras y camisetas anchas. Parecen los típicos raperos que se creen superiores al resto y no aceptan críticas por parte de nadie. La primera impresión es la más importante, y por su aspecto, no parecen muy amables. Estará con ellos por su prima, pero esta será la primera y la última vez que queda con esos dos chicos, o esa es su opinión. Lo primero que hará será intentar conocer mejor a Lidia y a sus amigos, y si es como parece, estará con ellos la mayor parte del tiempo. Sí, esa chica tiene algo especial. En cuanto ha visto el coche que se dirigía hacia ella no ha dudado ni un segundo, algo en su interior le ha impulsado a correr con todas sus fuerzas para intentar salvarla. Ha sido un impulso, no lo habría hecho por cualquiera. Van al mismo colegio y viven en el mismo edificio. Carlos no cree en el destino, pero si creyese, estaría convencido de que ha querido unirlos. Sin embargo, por el momento, para él, son simples casualidades.
El chico pasa toda la tarde con su prima y sus amigos, pero no se siente cómodo con ellos. Es un poco tímido, y ya que no les conoce, no se entera de la mitad de lo que hablan. Ellos tampoco es que hagan mucho para intentar integrarle. Su prima, de vez en cuando, habla con él, pero los otros dos no le prestan ni la más mínima atención. Por fin llega la hora de despedirse. Son las nueve y veinticinco, y tiene que estar en casa a las nueve y media. Es mejor salir ya para casa.
-Bueno, yo tengo que irme, chicos.- dice Carlos, viendo que sus amigos no tienen intención de marcharse.
-¿Tan pronto, primo? Ya hablaré yo con el tío para que te deje más tiempo.
-Bueno, tampoco es tan pronto. Pero estoy cansado y mañana empiezan oficialmente las clases. Tengo que descansar.
-¡Pero qué vago eres!- dice la chica dándole dos besos a modo de despedida.
-Adiós, Carlos. Cuídate tío.- dice Marcos, para sorpresa de este.
-Adiós.- responde él sin mucho interés.
El chico se despide con la mano y comienza a caminar hacia su casa. Se nota que ya estamos en septiembre, a esas horas empieza a refrescar un poco. Saca el móvil, se pone los auriculares y continúa caminando. Al llegar al paso de cebra de esa mañana, espera a que el muñequito se ponga de color verde. De repente, nota como alguien le tapa los ojos con las manos y le susurra al oído:
-¿Siempre vamos a encontrarnos en el mismo lugar?
El chico se quita los auriculares y se da la vuelta sorprendido.
-¡Lidia! ¿Qué haces aquí?
-Pues creo que lo mismo que tú. Volver a casa, ¿no?
-Creo que sí.- dice el chico con una dulce sonrisa.
-¿Se puede saber de dónde viene el señorito que no conoce a nadie en la ciudad?
-Te dije que conocía a mi prima. Precisamente vengo de estar con ella y sus amigos.
-¡Claro, tu prima! He visto una foto en tu Tuenti en la que salíais los dos de pequeños y me resulta muy familiar. ¿Cómo se llama?
-Pues claro que te resulta familiar. Va a tu clase. Es Laura, Laura Jiménez.
-¿Qué dices? ¿Tu prima es Laura? Jamás lo habría adivinado.- Lidia reflexiona unos instantes. La verdad es que un aire sí que se dan. No es que sean clavados, pero un poco sí se parecen. ¿Cómo no se le habría ocurrido antes? ¿Habrá quedado en ridículo delante de su nuevo amigo? 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Capítulo 16


Mientras tanto, en casa de Manu.
Los dos chicos han pasado abrazados la mayor parte de la tarde, hasta que han decidido jugar a la play para desconectar un poco del mundo. Han conectado los micrófonos y se han puesto a jugar al Sing Star. La combinación perfecta, música y diversión. La verdad es que se les da bastante bien, han conseguido puntuaciones muy altas en la mayoría de los duetos, y lo más importante, están disfrutando de la tarde. Cuando quieren darse cuenta, ya son las cinco y media. Manu sigue con el uniforme del colegio, así que tendrá que darse prisa si no quiere llegar tarde. Entran en la habitación del chico y comienzan a elegir la ropa. Manu se preocupa mucho por su estilo y tiene muy buen gusto, así que tarda un buen rato en elegir qué quiere ponerse. Cuando ya está decidido, Lidia se dispone a dejarlo solo:
-Bueno, yo te espero en el salón.
-Tranquila, puedes quedarte si quieres. Somos como hermanos, no pasa nada.
-Da igual, me voy y te dejo solo.
-Que no, de verdad. Quédate, que hay confianza.
Al final, la chica cede y se queda en la habitación del chico. Manu se quita el jersey y el polo del uniforme dejando al descubierto su torso desnudo. Lidia no puede evitar mirarle y horrorizarse al ver los numerosos moratones que pueblan su cuerpo.
-Manu, ¿de verdad que estás bien? Eso no tiene muy buena pinta.
-Que sí, tonta. Que yo no siento dolor.- dice el chico con una triste sonrisa.
-Bueno, déjame al menos que te cure esa herida, tiene un poco de sangre y se te podría infectar.
-Vale, mamá. Te preocupas demasiado por mí.
-Que va, solo es que te quiero como a un hermano, ¿sabes?
La chica sale de la habitación y regresa con una caja llena de gasas y un bote de Betadine. Se sitúa al lado del chico y comienza a curarle las heridas. Es un momento muy romántico, o esa es su opinión. El chico se queja de vez en cuando, pero sonríe al instante. Le encanta que su amiga sea tan cuidadosa con él. Lidia por fin termina y se sienta en la cama. Manu se pone la camiseta y se dispone a quitarse los pantalones. La chica se pone nerviosa, es un momento muy incómodo para ella, el chico del que está enamorada está frente a ella, semidesnudo. Nunca había visto así a su amigo, le sudan las manos y comienza a temblar. Los pantalones caen al suelo. Sus piernas tienen algún que otro moratón y sus bóxers blancos realzan el moreno de su piel. Lidia intenta mirar para otro lado, pero su actitud pasa desapercibida para Manu. El chico termina de vestirse y mira a su amiga, que está escribiendo algo en el móvil.
-¿Qué haces?
Lidia levanta la cabeza. En realidad no está haciendo nada, simplemente había sacado el móvil para disimular un poco.
-Nada importante. Bueno, ¿nos vamos?
-Claro. Espera que me peino, cojo las llaves y salimos.
-Vale. Mientras, voy recogiendo la play.
-No hace falta, ya la recojo luego. Tú vente, que no me gusta dejarte sola.
-Bueno, vale.- dice la chica con una sonrisa.
Los dos amigos entran en el baño y se miran al espejo. El chico saca un peine y comienza a peinarse. Raya a un lado, como siempre y flequillo liso.
-¿Puedo experimentar contigo un momento?-pregunta Lidia.
-Uy, miedo me das. Pero has sido muy buena conmigo, hoy te dejo hacer lo que quieras.
-Genial. ¿Y si te pongo el pelo para arriba? Estoy segura de que estarías guapísimo.
-Yo ya soy guapo.- responde el chico con una sonrisa burlona.
-Eso no se duda, pero estarías aún más guapo.
-Venga, vale. Pero si no me gusta, me lo quito ¿eh?
-Tranquilo, te encantará.
Diez minutos después, Lidia acaba con su experimento. El chico se mira al espejo y sonríe, la verdad es que le ha dejado muy bien el pelo. Se gira y, sin que la chica se lo espere, le da un dulce beso en la mejilla.
-Anda, vámonos tonto. Que al final llegamos tarde.
Los dos amigos recogen las cosas y salen a la calle.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 15


Son las cinco. Es hora de empezar a prepararse. Ha quedado a las seis y no quiere llegar tarde, como le pasa siempre. No sabe qué ponerse, ¡qué raro en ella! Bueno, le preguntará a Valen, ella tiene muy buen gusto y siempre acierta con todo. Sale de su habitación, recorre el pasillo y entra en la de su hermana mayor. La chica está pintándose las uñas, es toda una artista. Es capaz de dibujar la bandera de Inglaterra en cada una de sus uñas sin apenas esfuerzo. Julia se sienta a su lado:
-Guau, Valen. Te está quedando genial. No sé cómo lo haces.
-Con paciencia y un poco de práctica todo se consigue.- responde la chica con una sonrisa.
-Que va, eso no lo hace cualquiera. Es que tú eres una artista.
-Anda, deja de hacerme la pelota, pequeña. Y dime ya qué quieres.
-Es que… no sé qué ponerme.
-¿Qué harías tú sin mí, enana? A ver, vamos a ver que tienes en tu armario, ¿vale?
Las dos chicas entran en el pequeño cuarto de Julia y comienzan a observar su ropa. Abren los cajones, pasan las perchas, lo revuelven todo y, por fin, Valen elige unos pitillos blancos que le hacen una figura espectacular a su hermanita y una camiseta rosa con el símbolo de la paz en el centro de color negro. Julia se viste y se mira al espejo. Peeeerfecta. Su hermana tiene muy pero que muy buen gusto. Se siente guapa, se siente libre, se siente capaz de todo.
-¿Qué, te gusta?
-¿Que si me gusta? Me encanta, Valen. Tienes un gusto espectacular. Muchísimas gracias.
-Para eso estamos, la belleza la llevas encima, solo hay que saber cómo resaltarla.
Julia le da un beso en la mejilla a su hermana y vuelve a su habitación para elegir los complementos. Está mirando los pendientes cuando la melodía de “Summer shade” de Cody Simpson invade su cuarto. Alguien le está llamando. ¿Quién será a estas horas? Mira la pantalla y ve que es un número desconocido. Se habrán equivocado. Deja sonar la música y no contesta. Al rato, su móvil vuelve a sonar. Mira la pantalla y… es el mismo número. Bueno, habrá que responder, ¿no? Pulsa el botón de “contestar” y dice:
-¿Si?
-Julia, ¿eres tú? Es la segunda vez que te llamo.
-Sí, soy yo. Pero la pregunta es, ¿quién eres tú?
-¿Hace falta que me ponga a cantar para que sepas quién soy?
Julia sonríe, ese chico le está empezando a caer bien.
-¡Marcos! ¿Cómo has conseguido mi número?
-Tú qué crees, me lo ha dado Sergio.
-Bueno, ¿y para qué me llamas?
-¿Qué pasa, que no te ha hecho ilusión?
-Que sí, tonto. Pero me ha sorprendido.
-Ah bueno. Pues te llamaba para saber si puedes venir esta tarde a dar una vuelta  conmigo y con Sergio.
-¿Yo, con vosotros? Creía que solo salíais a la calle para pintar paredes.
-No pintamos paredes, decoramos las calles. No es un hobby, es un estilo de vida, ¿sabes? Si no respetas los graffitis, no me respetas a mí, ¿vale?
-Vale, vale. No te pongas así. De todas formas no puedo, ya he quedado con Manu y con Lidia.
-¿Con esos dos frikis? Venga ya, nosotros somos mejor compañía.
-Pues resulta que esos dos frikis, como tú dices, son mis mejores amigos. Si me has llamado para insultarlos, ya estás tardando en colgar.
-Vale, que borde eres tía. No sé ni para qué te he llamado, joder.
-Pues no te molestes en volver a llamarme.- y, tras decir eso, Julia cuelga el teléfono. ¡Qué borde se ha puesto Marcos! Ha llamado frikis a sus dos mejores amigos y ha querido salirse con la suya. Julia no sabe cómo ha podido llegar a pensar que era majo. Realmente, es una mala influencia para Sergio. Ahora mismo le odia, le odia demasiado. Ella se había hecho ilusiones pensando que era un chico simpático, pensando que podrían llegar a ser amigos. ¡Qué equivocada estaba! Se le han quitado las ganas de todo, pero ese cabrón no puede amargarle el día. Se pone los complementos y entra al baño con una sonrisa en la cara para empezar a maquillarse. 

martes, 13 de noviembre de 2012

Capítulo 14


Diez minutos más tarde, Manu por fin se ha tranquilizado. Cuando se abrazaron, el chico rompió a llorar, pero Lidia consiguió animarle con sus palabras de consuelo. Todavía no han hablado del motivo por el que está así de triste, pero no importa. Lo importante es animarle y que deje atrás esas lágrimas. Ambos están sentados en el sofá del salón. La casa está vacía, de modo que no hay nadie que pueda molestarlos. Manu levanta la cabeza, Lidia lo mira. Sus miradas coinciden, el tiempo se para por un momento y ambos muestran una bonita sonrisa. Manu aparta la mirada. No sabe muy bien qué acaba de pasar. Lidia es su mejor amiga. Por un momento se ha sentido atraído por ella pero… ¿qué está diciendo? Es como una hermana para él, la situación se le está yendo de las manos. La chica continúa mirándole. Él, por fin, se dispone a hablar:
-Bueno, lo primero es lo primero. Muchas gracias por venir a verme, eres una amiga de verdad, no sé qué haría sin ti.
-Tranquilo, somos como hermanos. Tú habrías hecho lo mismo por mí, ¿no? Pues ya está, no me gusta verte mal.
-Jo, me encantas, en serio. A ver, como te lo explico. En el fondo es una tontería, pero es que ya son muchas tonterías juntas. Me he callado durante mucho tiempo, pero al final he explotado. Hoy, después de despedirme de vosotras, me he encontrado por el camino con Sergio y con Marcos. Estaban con los sprays en la mano, así que he supuesto que iban a pintar a algún sitio. Me han visto, Marcos me ha señalado y le ha dicho algo a Sergio. Ambos se han reído, pero yo he seguido mi camino, porque no quería problemas. De repente, he notado que algo me golpeaba la espalda. Me he girado y he descubierto una pequeña piedra a mi lado, le he dado una patada y he seguido andando. No quería seguirle el juego a esos dos payasos. Ellos no se esperaban esa reacción, de modo que me han tirado otra piedrecita. Como seguía sin hacerles caso, han venido corriendo hasta mí y me han agarrado entre los dos. Me han insultado y me han dicho que sin vosotras no era tan machote, que vosotras me protegíais, que no era lo bastante hombre para defenderme solo. Me han quitado la mochila y me han tirado al suelo entre los dos, me han dado patadas por todo el cuerpo, exceptuando la cara, y han seguido insultándome. Al cabo de un rato, se han cansado y se han ido corriendo. Me dolía todo el cuerpo, no sentía las piernas y no podía levantarme. He estado un rato tumbado en el suelo, hasta que he conseguido reunir las fuerzas suficientes para tenerme en pie. He recogido mis cosas y he venido a casa lo más rápido posible. No he comido. Me he encerrado en mi cuarto, me he puesto los cascos al volumen máximo y he estado llorando un buen rato. No he querido decirle nada a nadie, y mucho menos a Julia, porque está muy pillada por Sergio. Pero necesitaba hablar con alguien, tú eres mi mejor amiga y tenía que contártelo.
Lidia se siente fatal, tiene unas ganas inmensas de llorar. No puede creer cómo ha cambiado Sergio para hacerle algo así a Manu, hace unos años sería algo impensable. Su amigo es muy fuerte. Ha sido una lucha a dos contra uno, y a pesar de ello, no ha entrado al trapo. Saca fuerzas de donde no las hay y comienza a hablar:
-Manu, lo que me acabas de contar es horrible. Vivimos en una sociedad de hipócritas y superficiales. Ahora el interior ya no importa, el orgullo está por encima de todo. Y nos creemos muy machotes por meternos con los demás, pero eso no nos va a hacer mejores. Todo lo contrario, deberíamos sentir asco de nosotros mismos. Llegar a arruinar la vida de una persona solo por diversión, todos esos que se dedican a insultar a los demás y sacar sus defectos a la luz del sol, no se han mirado al espejo. Aquí nadie es perfecto, y deberíamos saberlo ya. La gente no evoluciona con el tiempo, antes el respeto existía pero ahora, ahora eso ya no existe. El caso es creerse superior a los demás sin importar el daño que podemos causar. Tú eres nuestro mejor amigo y quien piense que te protegemos no tiene ni idea de la vida. Somos amigos, vamos siempre juntos y nos lo pasamos bien. Esto es una verdadera amistad, de las pocas que quedan. Porque ya no te puedes fiar ni de tu propia sombra. Manu, no estés mal por eso, por favor. Porque tú vales mucho más que toda esa mierda.
Y, tras decir todo esto, una lágrima recorre la cara de Lidia. No puede evitar llorar al pensar lo cruel que puede llegar a ser la gente. Es algo que nunca entenderá. Manu se acerca a ella, sus palabras le han llegado al corazón y no quiere verla llorar. La rodea con sus brazos y le da un beso en la mejilla. Permanecen unidos un buen rato. Finalmente, le da un beso en la frente y le dice al oído:
-No estés triste, princesa.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Capítulo 13


Unos minutos más tarde, en casa de Lidia.
Tras una buena comida con la familia, la chica de primero de la E.S.O. se dispone a hablar con sus amigos. Enciende el ordenador, abre una página de Google Chrome y se mete en su cuenta de Tuenti. Dos notificaciones. Un mensaje privado y una petición de amistad. Lo primero es ver quién quiere agregarla. Hace click en la petición de amistad y descubre a su nuevo vecino, Carlos. Un simple “hola” aparece en su pantalla como mensaje enviado en petición de amistad, pero eso no la desanimará. Acepta sin pensárselo dos veces y comienza a observar sus fotos. Vaya, Barcelona es preciosa… y él, sale más guapo en cada foto que pasa. Al cabo de un rato, llega a una foto que le llama la atención. En ella, sale Carlos con una niña, de pequeños, sonriendo inocentemente. Ha pasado demasiado tiempo desde entonces, el chico está muy cambiado, apenas le ha reconocido. Y la chica… la chica le resulta muy familiar, esa cara, ese pelo. Mira el título de la foto: “Te quiero prima”. ¡Claro! Carlos le contó que su prima vivía en la ciudad, a lo mejor le suena de haberla visto alguna vez por allí. Echa un vistazo a las etiquetas, pero solo aparece el nombre de su vecino. ¡Qué rabia! Tendrá que esperar a preguntarle. Mientras tanto, alguien le ha hablado al chat:
-Lidia, ¿estás en el ordenador? Crea un grupo y métenos a Manu y a mí, porfa.- es Julia, cómo no. Conectada desde su móvil. Esa chica tiene una gran obsesión con su aparato telefónico. Lidia crea el grupo y los tres amigos comienzan a hablar.
Al final, deciden quedar a las seis para dar una vuelta por el barrio. Son las cuatro de la tarde cuando Lidia recuerda que tenía un mensaje privado por leer. Inicio. Notificaciones. Mensajes privados. Vaya, es un privado de Manu. ¿Cómo no le habrá dicho nada por chat? No es un chico que suela mandar muchos privados. Lo abre y comienza a leer. Dice así:
“Lidia, tenemos que hablar. Es urgente, por favor. Si puedes, llámame. Esta tarde no voy a poder decírtelo delante de Julia, porque solo quiero que lo sepas tú. No sé, es algo privado y contigo tengo más confianza. En cuanto leas este mensaje, me avisas, ¿vale?”
Lidia no sabe qué pensar. Ha dicho que es privado, pero también ha dicho que es urgente. ¿Será algo bueno? Lo mejor será hablar con él cuanto antes. Busca en el chat el nombre de su amigo y escribe:
“Manu, acabo de leer el privado. ¿Qué te parece si voy a buscarte a tu casa antes de quedar con Julia? Si quieres, salgo ya de casa”.
Bueno, aunque Manu le diga que no, ya es hora de irse arreglando. Así que, mientras espera su respuesta, comienza a vestirse. Abre el armario y se decide por unos pantalones cortos amarillos, el color favorito de Manu, y una camiseta de tirantes básica negra. Está terminando de vestirse cuando un pitido le anuncia que alguien le ha hablado al chat. Abre la ventana y lee:
“Lo siento, acabo de verlo. Por favor, vente para mi casa. Estoy fatal.”
Lidia no puede creerse lo que está leyendo. ¿Qué le habrá pasado a su mejor amigo para que se sienta así? Él es un chico alegre, nunca está triste. Decidido, hoy no hay tiempo para maquillaje. Se peina, coge las llaves, se despide de su familia y sale por la puerta. Baja las escaleras, saluda a algún que otro vecino sin importancia y llega a la calle. Buff, hace un poco de frío. Se ha puesto demasiado veraniega para estar en septiembre. Es igual, el frío se puede aguantar. Hoy, lo principal es ayudar a  un amigo. Tras diez minutos de camino, Lidia llega al portal de Manu. Busca su piso y llama al telefonillo. Al cabo de un rato, responde una voz:
-¿Si?
-Manu, soy Lidia.
-Sube, por favor.
La chica abre la puerta y sube por las escaleras, nunca le han gustado demasiado los ascensores. Llama al timbre y espera a su amigo. La puerta se abre. Manu lleva puesto todavía el uniforme del colegio y está sin peinar; tiene la cara hinchada y los ojos húmedos. Al parecer, ha estado llorando. A Lidia se le rompe el corazón al ver así a su amigo y se lanza a sus brazos. Los dos amigos se funden en un cálido abrazo que dura varios minutos. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Capítulo 12


Lidia se dirige a su casa. Nadie vive por su zona, así que saca el móvil y se pone los cascos para que se le haga más corto el camino. Camina lentamente hasta que llega a un paso de cebra, el mismo que tendrá que cruzar todas las mañanas en lo que queda de curso. Está distraída tarareando una de sus canciones favoritas, mira a su derecha y no divisa ningún coche, de modo que se dispone a cruzar. Un todoterreno sale de un callejón y se dirige a toda velocidad hacia la chica, pero esta no se da cuenta y continúa andando. De repente, nota como alguien le da un fuerte empujón por la espalda y ambos caen al suelo al otro lado de la acera. Lidia no sabe qué ha pasado, se quita los cascos y descubre a un chico en el suelo, mira a la izquierda y ve cómo un coche se aleja muy deprisa. No se lo puede creer, ese chico acaba de salvarle la vida, no sabe cómo podrá agradecérselo. Ella ha caído encima, de modo que se levanta rápidamente y le tiende la mano. Él sonríe y se levanta sin apenas esfuerzo. Lidia le mira atentamente, tiene los ojos marrones y lleva una especie de cresta en el pelo, es bastante guapo, y su sonrisa es espectacular. Lleva una mochila y… no puede ser. Lleva puesto el uniforme de su colegio. Pero, si nunca antes le había visto por aquí, seguro que es nuevo. El chico espera a que la chica pronuncie palabra, pero a Lidia no le sale nada, de modo que se presenta:
-Hola, soy Carlos.
Lidia por fin reacciona:
-Me… me has salvado la vida. No sé cómo agradecértelo, en serio. Encantada de conocerte, yo soy Lidia.
-Tranquila, no ha sido para tanto. He visto que ibas con los cascos y ya sabes, la música nos transforma. Simplemente, he echado a correr y he llegado a tiempo, eso es todo.
-Pues muchísimas gracias, de verdad. Ahora podría estar en una ambulancia de camino al hospital, pero gracias a ti estoy aquí. Por cierto, ¿vamos al mismo instituto?
-De nada, ya sabes. Me debes un favor.-y tras decir eso, le guiña el ojo.-Pues sí, parece que vamos al mismo colegio. Soy nuevo, me he mudado a la ciudad con mi padre.
-¿Entonces no conoces a nadie aquí? Ya sé cómo puedo devolverte el favor, yo puedo enseñarte la ciudad y presentarte a mis amigos, si quieres.
-Pues de momento, solo os conozco a ti y a mi prima. No han estado muy receptivos los compañeros de clase. Te acompaño a casa y así nos vamos conociendo, ¿vale?
Lidia acepta y ambos comienzan a andar. En el camino descubre que Carlos es un año mayor que ella, que sus padres se han separado y que tiene una hermana pequeña que vive con su madre en Barcelona. Su padre odia a los catalanes y su estúpida lucha por la independencia, y Madrid le pareció un buen sitio para huir de los recuerdos. Al cabo de un rato, llegan a una urbanización preciosa, con una piscina en el patio central. Caminan hasta llegar a un enorme portal de color negro y Carlos no puede evitar reírse. Lidia se da cuenta:
-¿Pero de qué te ríes?
-¿Me estás diciendo en serio que vives aquí, Lidia?
La chica se sorprende, pues claro que vive ahí. Carlos saca una llave del bolsillo y la introduce en la cerradura. La hace girar, abre la puerta y dice contento:
-Bienvenida, vecina.
Lidia no puede creerlo. ¡Qué casualidad! Ese chico es su nuevo vecino. Por fin alguien de su edad en el edificio. Presiente que este será un buen año. Ambos suben las escaleras juntos y, al llegar al cuarto piso, se despiden, pues la chica ha llegado a su destino. 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Capítulo 11


Diez minutos más tarde. En el parque que está en frente del colegio.
Julia y sus dos mejores amigos están sentados en un banco. Es demasiado pronto para volver a casa y quieren pasar un buen rato juntos. Manu comienza a hablar:
-Bueno, Julia. Tienes que contarnos muchas cosas ¿no? Te he visto abrazarte con Sergio antes de subir a clase.
Lidia se sorprende al oír aquello. Ella nunca se entera de nada. Julia se sonroja y responde:
-Ah, eso… Bueno es que, me ha pedido perdón por lo de ayer y no he podido evitar abrazarle. Sinceramente, ha sido el mejor abrazo de mi vida.
Julia evita contar la interrupción por parte de Marcos. No le apetece hablar de él con sus amigos. Manu y Lidia sonríen. Saben que su amiga está pilladísima por Sergio, pero a lo mejor el no siente lo mismo… Cambian de tema en seguida y comienzan a hablar del tutor, de las clases y del nuevo curso que empieza. Julia les escucha atentamente, hasta que a sus oídos llega un sonido familiar… Es una canción. Esa música, esa letra… La chica se pone de pie para intentar averiguar de dónde viene la música. Manu y Lidia observan cómo su amiga se va alejando poco a poco, pero no dicen nada. Julia continúa con su búsqueda sin éxito, no logra averiguarlo. De repente, alguien le susurra algo al oído:
-¿Me estabas buscando, preciosa?

No puede ser. Es él. La chica se da la vuelta y le observa atentamente. El sol ilumina el verde intenso de sus ojos. Esos ojos, los mismos que la hipnotizaron anoche en la pantalla de su ordenador. De cerca son aún más bonitos. Julia sonríe, realmente son preciosos. Recuerda que Marcos le ha hecho una pregunta y dice muy seria:
-Tú te lo tienes un poco creído, ¿no? Solo estaba intentando averiguar de dónde venía la música.- y seguidamente guiña un ojo, al igual que había hecho él hace un rato.
-Pues ya está. La música venía de mi móvil, así que me estabas buscando.
-Anda, no te lo crees ni tú.
Ambos sonríen. Marcos decide romper el silencio:
-Anoche te agregué al Tuenti. Supongo que no me aceptarías porque no sabías quien era, pero ya me conoces. Esta noche te la vuelvo a mandar. No acepto un no por respuesta.
Y tras decir eso, regresa junto a sus amigos. Ese chico tiene algo especial, no sabe el qué, pero algo hace que no pueda dejar de pensar en él. Julia se da la vuelta y ve a sus amigos que la miran atónitos. Mierda. Ahora tendrá que explicárselo todo. Sonríe y camina hacia el banco. Lidia es la primera que habla:
-¡Julia! ¿Qué hacías hablando con el nuevo? ¿Desde cuándo le conoces? Es el de los graffitis, ¿verdad?
-Ehh… sí, me lo ha presentado Sergio esta mañana. Se llama Marcos y es muy majo.-miente Julia.
-Uhh. No te enamores, nena. Los malotes nunca han sido lo tuyo.- suelta de repente Manu, y acto seguido sonríe.
-Anda, pero qué tonto eres, si ya sabes que yo solo te quiero a ti.- comenta Julia dándole un beso en la mejilla a su amigo.
-Bueno, vámonos ya, ¿no? Que quiero quitarme este horrible uniforme. Me deprime.-dice Lidia, un tanto celosa. La verdad es que lleva enamorada de Manu demasiado tiempo, pero nunca se ha atrevido a decírselo. Es su mejor amigo y sería un palo muy grande para ella perder esa preciosa amistad por un capricho del corazón. Jamás se lo ha contado a nadie, prefiere sufrir su amor en silencio. Algún día, se sincerará con su amigo, pero está claro que hoy no es ese día.
-Está bien, vámonos. Ahora hablamos por Whatsapp para dar una vuelta esta tarde, ¿vale chicos?- termina diciendo Julia.
Manu y Lidia asienten con la cabeza y sonríen. Los tres amigos se despiden y toman caminos diferentes.

viernes, 19 de octubre de 2012

Capítulo 10



Marcos sigue pensando cómo conseguir que esa chica le haga caso. Se ha reído de ella, la ha llamado y le ha dado golpecitos en la silla, ¿qué más puede hacer? Eso de ser caballeroso nunca ha sido lo suyo, pero… ¿y si…? Ya está, lo tiene. Abre la boca y comienza a cantar unas estrofas de su canción favorita:
- Porque te quiero, por encima de cualquier pero. Más allá del poderoso caballero don dinero…
Hace una pausa, y espera la reacción de su compañera. Julia levanta la cabeza. ¿Eso que ha oído era la voz de Marcos? ¡Guau! Tiene una voz preciosa y canta genial. Pero, esa canción… le suena demasiado. ¡Claro! El novio de Valen la canta a todas horas, le encanta el rap. Es de Nach, cree recordar. Sí, se llama “amor libre” o algo parecido. Hasta ahora no la había escuchado con atención, pero tiene una letra preciosa. Cuando llegue a casa, se la descargará. De fondo, Marcos continúa cantando:
-Todos tus detalles, todos tus destellos son astros en el cielo y no puedo vivir sin ellos. ¿No crees que es lógico que me obsesiones? Pintar en tu cara sonrisas la mayor de mis pasiones es…
A cada palabra le gusta más la canción. Julia sonríe. No puede creer que ese chico tenga sentimientos ocultos. Es preciosa. Ella se enamoraría si alguien le dijese esas palabras con sinceridad. Pero por desgracia, nunca ha oído a Sergio cantar algo parecido… Marcos se desespera, ¿es que esta chica no va a contestar nunca? Llegó la hora del estribillo:
-Mírame, ámame. Sabes que tu amor me hace libre. No pasa el tiempo si te tengo al lado, no existen sombras desde que has llegado me has iluminado. Tócame, siénteme. Sabes que tu amor me hace invencible. No pasa nada malo porque estas al lado, tu amor hace libre a este loco enamorado.
Julia disfruta más a cada momento, pero no puede decirle nada. Apenas le conoce. Marcos sigue esperando una sola palabra, pero no escucha nada. No puede darse por vencido, de modo que dice:
-Eh, tú. La de delante. Que te estoy hablando a ti.
Julia se sonroja, ¿la ha hablado a ella? Da igual, contestará de todas formas:
-¿Que me estás hablando? ¿Y qué me has dicho? Porque yo no he oído nada.
Marcos sonríe. Por fin le ha hablado. Sabe perfectamente que ha oído la canción, pero dice con tranquilidad:
-¿No has oído nada? La canción y tal…
Julia pone cara de no entender nada, pero lo único que desea es que ese chico vuelva a cantar. Marcos habla:
-Pues no te preocupes, que te la vuelvo a cantar.
Porque te quiero, por encima de cualquier pero. Más allá del poderoso caballero don dinero…
Julia sonríe, ese chico se lo tiene muy creído. Piensa una respuesta adecuada y por fin dice:
-Ah, eso… Sí que lo había escuchado, pero no veo razón para darme por aludida, ¿no? Que yo sepa no me conoces de nada.
-Bueno, pues me presento. Soy Marcos, encantado de conocerte.- y, tras decir todo eso, guiña un ojo y le tiende la mano.
Julia no puede creérselo. ¿Ese chico acaba de guiñarle un ojo? Con lo de la canción se ha olvidado de que era “el imbécil de Marcos”, de modo que responde:
-Yo soy Julia. Encantada también.
Marcos sonríe, ya se ha ganado su confianza. El timbre suena y el profesor dice que pueden volver a sus casas, la presentación ha terminado. Mañana comenzarán las clases. Julia recoge sus cosas y sale de clase con Manu y Lidia. La chica no puede parar de sonreír.

domingo, 14 de octubre de 2012

Capítulo 9



Ya en clase. Marcos y Sergio entran los últimos por la puerta. Todos los demás ya han cogido buenos sitios. Mierda, ahora seguro que solo quedan mesas libres en primera fila. Marcos empieza a mirar por la clase. Hay tres sitios. Dos en primera fila y uno en la penúltima. Joder, solo hay uno. Es igual, echará a algún pardillo de la última fila.
-Eh, Sergio. Ven conmigo.
Los dos chicos se dirigen al final de la clase. Julia los ve llegar, van en dirección hacia ella. Mira a su alrededor. Solo hay un sitio libre, y está a su lado. Por favor, que se siente Sergio, y Marcos se vaya lejos. Justo detrás de ella, está sentado un chico bajito, con gafas y un tanto tímido. Marcos pasa por su lado y se dirige al chaval:
-Eh, tú. Cuatro ojos. Levanta, que ese es mi sitio. Tú puedes irte a la primera fila.
-Pero Marcos, ¿qué haces? Déjale, que él ha llegado primero.- dice Sergio con un tono de preocupación.
-Calla Sergio. Este es mi sitio. Y eso no va a cambiar.
El chico de las gafitas levanta la mirada y ve el rostro enfurecido de Marcos. Será mejor no dar problemas, ese chico ha repetido curso y no parece ser muy buena compañía. Se levanta, recoge sus cosas y  se va sin pronunciar palabra alguna.
-Así mucho mejor. Estos pardillos se creen que pueden sentarse en última fila.
Marcos deja caer la mochila y se sienta en el pupitre. Sergio mira a su amigo y sonríe. Este chico no tiene remedio. Se sienta y mira a su izquierda, Laura está a su lado. Perfecto, pasará los primeros días de clase junto a su mejor amiga. A su derecha, Julia  resopla. Genial, ahora tendrá que aguantar al imbécil de Marcos.
El tutor entra por la puerta. Es un hombre de unos cuarenta años, bajito y encorvado. Tiene los ojos verdes, y lleva puesta una camisa de cuadros que no le favorece mucho. Su cara no transmite ni mucho menos simpatía. Manda callar unas cuantas veces y comienza a hablar sobre el importante cambio de primaria a secundaria, los porcentajes de las notas, las excursiones y otras cosas relacionadas con el curso. Julia desconecta, no le interesa mucho escuchar a ese hombre. Saca una hoja de papel y comienza a dibujar. Otra de sus grandes pasiones, desde pequeñita le ha encantado hacer dibujos y se le da bastante bien. Pero jamás ha aprobado los graffitis, es algo a lo que no le ve sentido alguno. Para ella, pintar paredes no es arte. Continúa dibujando hasta que nota una presencia cerca. Levanta la mirada y descubre a su tutor mirándola muy serio:
-¿Señorita…?
-Julia.
El tutor revisa la lista del alumnado.
-Ah, sí. Aquí está. Señorita Martínez. ¿Puede entregarme eso que tiene entre las manos?
Julia resopla. Genial, el primer día y ya la ha cagado. Coge el papel y se lo entrega al profesor.
-Sí, tiene talento. Muy bonito, señorita. Pero siento comunicarle que no estamos en clase de arte. Hoy puedo pasarlo por alto porque es el primer día. Pero que no se vuelva a repetir.
El profesor le devuelve el papel. Julia respira aliviada, menos mal. Tendrá que tener más cuidado la próxima vez. De repente, escucha algo que no le gusta nada, es la risa de Marcos. ¿Se está riendo de ella?
-Vaya comienzo de curso, señorita Martínez.-dice con ironía.
Confirmado. Se está riendo de ella. ¿Por qué es tan imbécil, joder? Da igual, lo mejor es ignorarle. Agacha la cabeza y atiende al tutor. Marcos se sorprende. Esperaba una respuesta malsonante o algo por el estilo, por parte de su compañera. Esa chica es dura, primero le rechaza en Tuenti y ahora ni siquiera le habla. Pues tendrá que currárselo. Conseguirá hacerla de rabiar. Eso se le da de lujo. Comienza con unos simples:
-¡¡Chsst, chssst!!
Pero Julia no hace caso. Unos golpecitos en la silla no irán nada mal, esto de estar sentado detrás suya tiene muchas ventajas. Nada, la chica sigue sin reaccionar. ¿Se da por vencido? No, nunca.