Seguidores

sábado, 15 de junio de 2013

Capítulo 37

A eso de las ocho, Manu y Lydia continúan en casa de la chica. Acababan de salir de la urbanización, cuando empezó a llover. Al principio, pensaron que solo era una nube, y continuaron caminando bajo la lluvia. Pero, al cabo de un rato, comenzó a llover con más intensidad y tuvieron que meterse en el portal de la chica. Lydia le invitó a subir a su casa, pues temía que Carlos bajase en cualquier momento y les viese juntos. La verdad es que no sabe por qué ha mentido a su amigo, pero algo le impedía decirle la verdad. Pensó que, quizá, Carlos se pondría celoso o se enfadaría. Sin embargo, ahora esa idea le parece ridícula, pues Manu es su mejor amigo y Carlos no siente nada por ella. Sinceramente, piensa que nunca encontrará al chico adecuado. Primero, su mejor amigo; y ahora, un chico que acaba de conocer. ¿Cuándo aprenderá su corazón? Pero ahora, ese no es el tema más importante de su vida. Manu le ha contado la conversación que ha tenido con Julia, y la chica no encuentra motivos para enfadarse con su mejor amiga. Piensa que lo mejor será dejar el asunto como una anécdota y que las cosas sigan como siempre. Sí, está decidido. Mañana, le dará un gran abrazo a su amiga y le pedirá perdón por actuar de esa forma. Pero, ¿y si su amiga no quiere perdonarla? Joder, que difícil es todo esto. Es su mejor amiga, entenderá que ha actuado sin pensar, ¿no?
-Por cierto,-la voz de su amigo la interrumpe.- antes de venir a tu casa, han llamado a Julia por teléfono. Estaba preocupada y me ha dicho que tenía que ir al hospital, pero no ha querido explicarme qué es lo que pasaba.
-¿Qué? ¿Y no la has acompañado?- Lydia no se puede creer lo que acaba de escuchar.
-Es que… pensé que lo tuyo era más importante.
-Pero, ¿te estás escuchando? Lo mío es una puta gillipollez comparado con algo relacionado con el hospital. ¿Y si era algo grave?-a Lydia le empiezan a brillar los ojos.- ¿Qué hora es?
-¿Qué?-responde Manu aturdido.
-¿Que qué hora es? ¿Es que ahora estás sordo o qué cojones te pasa?
El chico saca el móvil y mira la hora:
-Son las ocho y diez.
-¿Crees que seguirá en el hospital?
-No creo, todo esto ha pasado a las seis.
-Joder…-coge su chaqueta.-Venga, vámonos.
-¿A dónde?
-A buscarla. No pienso dejarla sola ahora. ¡Venga, vamos!
-¿Y si la llamamos antes para ver si sigue allí?
Lydia piensa un momento, quiere darla una sorpresa, pero lo de llamarla para saber dónde está no es mala idea, de modo que accede. Manu coge su móvil y llama a Julia. Tras tres intentos fallidos, por fin la chica coge el teléfono. Charlan durante dos minutos y finalmente, Manu cuelga el teléfono.
-¿Y bien...?
-Es Marcos el que está ingresado en el hospital.
-¿Marcos? Si están enfadados.
-Me ha dicho que hasta las ocho y media no se irá a casa.
-Perfecto, entonces vamos al hospital y la esperamos a la salida.
Manu titubea. Es Marcos el que está ingresado en el hospital. El mismo que le pegó una paliza y le dejó el cuerpo lleno de moratones. No le hace mucha gracia tener que ir a verle. Fue el primer día de clase y ya le agredió físicamente. Quién sabe qué pasará la próxima vez que le vea. Está claro que no va a ir a verle. Vaya, hoy es el día de buscar excusas. Finalmente, dice:
-Yo… yo no puedo ir. Tengo que estar a las ocho y media en casa.
Lydia está al borde de la desesperación. No entiende la actitud de su amigo.
-¿Pero qué es lo que te pasa? Primero la dejas ir sola al hospital y ahora no quieres acompañarme. No te entiendo.
-Lo… lo siento.-y, tras decir esas dos palabras, Manu recoge sus cosas y se marcha de la casa.
Lydia se queda sola en su habitación. Son las ocho y cuarto y no tiene a nadie que la lleve al hospital. No llega antes de las ocho y media ni de coña. Piensa un poco y decide que lo mejor será ir a la casa de Julia y esperarla allí hasta que llegue. Cierra la puerta de su casa y sale a la calle. Buff, hace más frío que esa tarde. Se nota que el otoño está al llegar. Recorre el camino hasta la casa de su amiga en tiempo récord. Así, al menos ha conseguido entrar en calor. Llega al portal de su amiga y llama al telefonillo.
-¿Si?- Es Valentina la que habla.
-Hola, Valen. Soy Lydia, ¿puedo subir a esperar a tu hermana?
-Claro.-responde la chica.
Lydia sube las escaleras y llama al timbre. Valen abre la puerta. Está en pijama y tiene la cara roja. Parece que ha estado llorando, pues se le ha corrido todo el maquillaje. Al verla, Lydia piensa que tiene algo que ver con el hospital.
-¿Qué ha pasado?-pregunta alarmada.
-Nada…-responde Valentina algo tímida.- Problemas de pareja. Pero no quiero hablar de ello. Estaré en mi habitación, por si quieres algo.
Valentina se marcha y Lydia no dice nada más. Joder, ¡qué oportuna! Entra en el salón, se sienta en el sofá y espera tranquilamente a que llegue su amiga.

jueves, 25 de abril de 2013

Capítulo 36


-Y ni siquiera sé por qué te he contado todo esto, pero sentía que debía hacerlo.-concluye el chico con una triste sonrisa.
Julia no sale de su asombro, el corazón le late demasiado deprisa. Siente que le va a dar un infarto de un momento a otro. Son demasiadas emociones para tan poco tiempo. ¿Estará soñando? Esto se parece más a una pesadilla que a una historia real. Se pellizca la pierna. ¡Ay! No, no está soñando, todo aquello está pasando de verdad. Lo mejor será tranquilizarse e intentar asimilar lo que acaba de escuchar. Antes de empezar a hablar, Marcos la hizo prometer que no se lo contaría a nadie, ni siquiera a Sergio. Y es que, todo comenzó en pleno verano, a principios de julio.
Marcos llegó a casa tarde, a la una de la mañana. Era verano, pero nunca había aparecido por casa a esas horas. La verdad es que últimamente las cosas habían cambiado. La relación con su padre se había enfriado, su hermano se había ido de casa y él había dejado de preocuparse por los estudios. Sí, definitivamente todo había cambiado desde hace tiempo. ¿Desde hace tiempo? Desde la muerte de su madre, para ser más exactos. Al entrar en casa, su padre se acercó a él malhumorado y le dijo:
-¿Se puede saber de dónde vienes? Es la una de la mañana.
-Lo siento - intentó disculparse el chico - es que se me ha hecho tarde.
-¿Qué se te ha hecho tarde? ¿Sabes lo preocupado que estaba por ti?
-Venga papá, no pasa nada. Estoy bien.
Marcos notaba cómo su padre empezaba a ponerse rojo de furia, pero jamás pensó lo que iba a desencadenar su enfado.
- Claro, llegar a la una de la mañana es lo más normal en gente de tu edad, ¿no? Ven, échame el aliento.
-¿Qué?
-¡Que me eches el aliento!
- No voy a echarte el aliento, papá.
El hombre estaba decidido a averiguar qué había estado haciendo su hijo hasta tan tarde, de modo que le empujó contra la pared con violencia, colocó sus manos alrededor del cuello del chico y presionó con fuerza. Marcos notaba con intensidad la presión de sus dedos en el cuello, sentía cómo empezaba a faltarle el aire, no podía respirar. Finalmente, abrió la boca y su padre pudo oler el aroma del alcohol que desprendía su aliento. El hombre se dejó llevar por impulsos, soltó a su hijo y comenzó a golpearle la cabeza con el puño, le tiró al suelo y le dio unas cuantas patadas en el costado. Marcos ni siquiera intentó defenderse, se veía incapaz de pegar a su padre. Permaneció tendido en el suelo hasta que los golpes cesaron, y fue entonces cuando dijo:
-Si mamá estuviese aquí, jamás habría pasado esto.
-Pero Violeta no está aquí. ¡Tú la mataste! - gritó su padre enfurecido.
En ese momento, Marcos sintió que no podía más. Necesitaba hablar, necesitaba sacar fuera todo lo que llevaba dentro. Tragó saliva, notó  el sabor de la sangre en la boca y comenzó:
-¿Sabes las veces que me he sentido culpable de la muerte de mamá? ¿Sabes lo que he llorado durante estos meses? ¿Sabes cómo me siento por dentro? Siempre pensé que encontraría apoyo en ti, pero lo único que haces es recordarme por qué se murió mamá. Si quieres acabar conmigo, lo estás consiguiendo. Ojalá mamá nunca hubiese cogido el coche para llevarme al entrenamiento ese 28 de abril. Ojalá nunca me hubiese empeñado en que me acompañase. ¿Quieres saber lo que pasó? Todo iba bien hasta que una moto se cruzó por delante del coche, mamá se puso nerviosa y dio un volantazo arrollando a otro coche que teníamos a la derecha. Frenó de golpe, no saltaron los airbags y se dio un fuerte golpe contra el volante. Yo me golpeé la cabeza, sentía la sangre bajando por mi cara y lo único que hice fue chillar para que mamá me escuchase. Me puse histérico. Salí del coche y llamé a una ambulancia. La cogí de la mano y la dije que la quería. La pedí que se quedase conmigo, que no se fuese, que la necesitaba. Aún puedo escuchar la sirena de la ambulancia al llegar junto al coche, y al médico decirme que mamá estaba en estado crítico. ¿Sabes qué fue lo último que me dijo? Justo antes de salir de casa, me dijo que te comprase algo, que al día siguiente era tu cumpleaños. Me dijo que me querías muchísimo y que jamás podría haber encontrado a un hombre mejor que tú. ¿Sabes lo que pensaría si supiese lo que acabas de hacer? Sé que es difícil acostumbrarse a vivir sin ella, pero yo también la echo de menos, ¿vale? Lo siento si la maté, pero la quería demasiado.
Y, sin decir nada más, entró en su habitación con lágrimas en los ojos. Era la primera vez que su padre le ponía la mano encima. La primera de numerosas veces que tendrían lugar en los meses siguientes. Sin embargo, su padre no volvió a golpearle en la cara. Comprendió que los moratones eran demasiado sospechosos, así que evitó pegarle en la cabeza. El chico nunca ha intentado defenderse, continúa pensando que lleva la sangre de ese hombre, y le resulta imposible golpearle. Pero, desde ese momento, Marcos se hizo fuerte. Aún continúa pensando que mató a su madre, pero todos los días intenta hablar con ella y pedirla perdón. Si pudiese cambiar algo de su vida, sin duda, regresaría al pasado para evitar la muerte de su madre. Era la única que le entendía. La echa muchísimo de menos.
Esta misma tarde, al llegar del instituto, su padre le golpeó sin motivo alguno. Al principio, ponía cualquier excusa para pegarle, pero ya ni siquiera daba a conocer sus razones. Se limitaba a entrar en su habitación, tirarle al suelo, y darle patadas hasta que quedaba satisfecho. Había sentido ese dolor muchas veces, pero jamás había llegado a quedarse inconsciente. Sin embargo, esta tarde su padre se ha pasado. ¡Ha acabado en el hospital! Y, lo que es peor, ha revelado su secreto a una chica a la que apenas conoce de unos días.

martes, 16 de abril de 2013

Capítulo 35


Julia entra en la sala de espera del hospital y se dirige al mostrador, donde una recepcionista habla por teléfono. La llamada no parece muy importante, así que la chica empieza a hablar:
-Perdona, he venido a ver a un amigo…
La recepcionista le hace una seña con la mano para que deje de hablar. A continuación, cuelga el teléfono y se dirige a ella con cara de pocos amigos:
-¿Qué decías?- es lo único que dice.
-Que he venido a ver a un amigo… Se llama Marcos.
-Marcos… ¿qué más? ¿Cómo es su apellido?
¿Y ahora qué? Ni siquiera se sabe el apellido del chico. En su Tuenti no lo tiene y no ha oído a nadie llamarle por su apellido. ¡Qué vergüenza! Tendrá que decirle a la recepcionista que no lo sabe:
-Eh… no me sé su apellido.
-Pues entonces me temo que no puedo ayudarte.
Julia piensa, necesita averiguar en qué habitación está su compañero, pero esa mujer es muy desagradable. Por fin, se le ocurre algo:
-Le han ingresado esta tarde, ¿eso sirve?
-Ya le he dicho que no puedo ayudarla.-dice la mujer y, sin que Julia pueda responder, grita.- ¡SIGUIENTE!
La chica se da por vencida. ¡Qué bordes son algunas personas! Pero, si ha ido hasta allí, es para ver a Marcos. Saca su móvil del bolsillo del pantalón y marca su número. Un bip, dos, tres, cuatro y así hasta que la llamada se corta. ¿Por qué no se lo coge? Volverá a intentarlo. Nada, el resultado es el mismo. Está a punto de intentarlo por tercera vez cuando oye una voz a sus espaldas:
-¡Julia! ¡Cuánto has tardado! Pensé que ya no venías.
La chica se gira y observa a Sergio, que lucha por sonreír. Lleva puesto el chándal del equipo en el que juega y la bolsa de deporte colgada a la espalda. Sea lo que sea lo que haya pasado, le ha pillado desprevenido, pues ni siquiera se ha cambiado de ropa. La verdad es que tiene la cara roja e hinchada, como si hubiese estado llorando. ¿Tan grave es la situación? Por otra parte, tiene razón, ha tardado muchísimo en llegar al hospital. Intenta disculparse:
-Lo siento, es que he perdido el autobús y he tenido que venir andando. Pero, ¿qué es lo que ha pasado? Me tienes demasiado intrigada.
Sergio se aclara la garganta. No quiere que se le note demasiado la preocupación que siente por su amigo. Finalmente, comienza:
-Estábamos entrenando, hoy tocaba físico. A Marcos se le veía cansado, pero el entrenador quería que siguiese corriendo. Quedaban diez minutos de entrenamiento cuando se ha parado en seco. Estaba respirando por la boca, ha puesto su mano en el costado y, de repente, se ha desplomado sobre el suelo. He ido a ver qué le pasaba, y he descubierto que estaba inconsciente. He llamado a una ambulancia y he venido con él. Cuando por fin se ha despertado, lo único que ha dicho es que necesitaba verte, que quería hablar contigo.- al chico se le ha quebrado la voz más de una vez cuando hablaba. Marcos es su mejor amigo, no podría soportar que le pasase algo.
Julia no puede creer lo que su amigo acaba de contarle. ¿Tan mal lo ha pasado Marcos? ¿Por qué estaba tan débil durante el entrenamiento? Miles de interrogantes acuden a su cabeza. Pero hay uno que sobresale por encima del resto: ¿por qué quiere hablar con ella? Lo mejor será ir a verle cuanto antes.
-¿Cu… cuál es su habitación?-pregunta indecisa.
-Está en la 321, pero los médicos acaban de entrar para hacerle un reconocimiento médico. Quieren saber qué es exactamente lo que le ha pasado. Me han dicho que tardarán una media hora.
-¿Media hora?- Julia piensa, sus padres no llegarán a casa hasta las nueve, y a su hermana puede decirla que estaba con Lydia y Manu. No hay problema.-Vale, me quedaré aquí hasta que salgan los médicos.
-Yo puedo hacerte compañía hasta las siete y media, luego tengo que irme.-dice Sergio sintiéndose culpable por no poder acompañarla.
-No pasa nada, son las siete y cuarto. Solo estaré un cuarto de hora sola.
Sergio sonríe, todavía no sabe por qué su amigo quiere hablar con ella. Ayer ni siquiera era capaz de hablar bien de Julia, y hoy dice que necesita hablar con ella. Definitivamente, su amigo es muy raro. Al menos, espera que las cosas entre ellos se arreglen. No le gusta que estén enfadados por una tontería. Piensa si deben sentarse a esperar, pero supone que se le hará demasiado pesado. Así que se le ocurre algo:
-Oye, ¿vamos a la cafetería un rato? El entrenamiento ha sido duro y no he comido nada desde las tres.
-¿No deberíamos quedarnos aquí por si salen los médicos?
-Tranquila, acaban de empezar con él. Podemos estar en la cafetería hasta las siete y media.
Julia duda un instante, pero finalmente acepta. De todas formas, no hay nada mejor que hacer. Ambos caminan por el pasillo hasta llegar al ascensor que les lleva al piso de abajo. Las puertas se abren y ambos entran en una cafetería bastante acogedora. La barra está llena de bollos y dulces de exposición, y el resto de la estancia, la ocupan mesas y sillas de cafetería. Desde la barra, un joven camarero les saluda. Julia se sienta en una de las mesas y Sergio se dirige a pedir. Al rato, el chico regresa con dos batidos de chocolate:
-¿Y esto?- dice la chica sorprendida.
-Te invito. Ya que has venido hasta aquí, algún premio tendrás que tener, ¿no?
Julia sonríe. La verdad es que se muere de sed, pero le da vergüenza aceptar dinero de otras personas. Sergio es un cielo, y últimamente está muy atento con ella. ¿Significará eso que tiene alguna oportunidad con él? Por un momento se le ha pasado por la cabeza la idea de empezar una relación con el chico de sus sueños, pero será mejor no hacerse ilusiones. Un chico como él jamás se fijaría en alguien como ella. Sí, eso es, Sergio solo pretende ser amable con ella. Los dos chicos charlan durante un cuarto de hora, hasta que ambos se terminan los batidos y Sergio tiene que marcharse. Julia camina hasta la planta superior y se sienta en la sala de espera, donde deberá permanecer un cuarto de hora. Buff… Un cuarto de hora sola, sin nadie con quien hablar. Va a ser demasiado duro. Bueno, al menos, nunca está sola del todo, le queda su amiga la música. Saca su móvil, abre la carpeta de música, se pone los auriculares y pulsa el play. Hoy nada de pop, hoy lo que necesita es una buena dosis de rap. Nach rebota en sus oídos al ritmo de “el amor viene y va”. Sin amor no hay futuro, dice la canción. ¿Estará ella enamorada de Sergio? Antes pensaba que sí, pero las circunstancias de los últimos días, la han hecho dudar. La verdad es que piensa más en un desconocido que en él. Porque lo cierto es que Marcos es un desconocido para ella. Sin embargo, ha caminado hasta allí solo para verle. Si hubiese sido otra persona, seguro que no lo habría hecho. Julia mira el reloj, son las ocho menos diez. Los médicos ya deben de haber terminado. Se levanta y camina por un blanco pasillo hasta llegar a una puerta que tiene escrito el número 321 en letras negras en la parte superior. Ha llegado la hora de saber qué le ha pasado a su amigo. Dos suaves toques en la puerta para avisar de que quiere entrar.
-¿Se puede?
-Sí, pasa.- responde la voz del chico.
Julia abre la puerta y se queda boquiabierta con la imagen que tiene delante. Marcos está tumbado en una cama y tiene una herida en la frente que no para de sangrarle, probablemente del golpe que se dio al desmayarse. Su torso permanece desnudo, dejando al descubierto varios moratones. Uno de ellos le llama especialmente la atención, está amarillo y le recorro todo el costado. La verdad es que tiene muy mala pinta. Tras cinco minutos de silencio, el chico por fin se dispone a hablar:
-Cierra la puerta y siéntate a mi lado, por favor.
Julia obedece, cierra la puerta y coloca una silla al lado de la cama, para poder hablar tranquila con él:
-¿Qué… qué te ha pasado?- consigue decir la chica, todavía impresionada por la imagen que tiene delante.
Marcos sonríe, le gusta esa chica:
-Verás…

sábado, 13 de abril de 2013

Capítulo 34


La chica camina con paso acelerado por la calle. Su hermana no estaba en casa y nunca le ha gustado el transporte público, así que se ha decidido a ir andando. Ahora es cuando se da cuenta de que el hospital queda bastante lejos de su casa. La llamada de Sergio la ha dejado bastante preocupada. Su amigo no ha querido dar detalles, simplemente le ha dicho que Marcos estaba en el hospital. Pero, lo que aún no entiende es por qué la ha llamado a ella. Se supone que están enfadados, no debería importarle. Sin embargo, su preocupación va en aumento. De repente, nota cómo una gota de agua cae sobre su cabeza. A continuación, la siguen otras muchas. Genial, ¿no había otro momento más oportuno para empezar a llover? Julia se cubre la cabeza con la capucha de su sudadera de Adidas y acelera el paso. Ya queda poco para llegar al hospital, pero la lluvia cae cada vez con más fuerza. Mira a su alrededor, pero no encuentra ningún portal donde poder refugiarse, y están empezando a formarse charcos en el suelo. Joder, el hospital está en medio de la nada. Comienza a correr, pues no le queda otra alternativa. Llega a un semáforo y espera impaciente a que se ponga en verde. Sin embargo, un coche pasa demasiado cerca de la acera, sobre un charco, y salpica a la chica. Julia grita algún insulto lo suficientemente alto para que el conductor la oiga y el coche frena en seco. Mierda, ¿y ahora qué hace? Se está poniendo nerviosa, no quiere tener problemas. Observa cómo la puerta del conductor se abre y… uff, menos mal que es él. Julia se acerca corriendo al novio de su hermana, quien se disculpa por el chapuzón y se ofrece a llevarla donde quiera. La chica acepta encantada, abre la puerta de la parte de atrás y encuentra a un chico de su edad sentado.
-Hola, soy el hermano de Jaime- dice con una sonrisa.
Julia se queda boquiabierta. Vaya, no sabía que el novio de su hermana tuviese un hermano de su edad, y mucho menos que fuese tan guapo.
-Ho…la-dice aún sorprendida- Yo… me llamo Julia.
-¡Qué nombre más bonito! Yo soy Álvaro-responde el chico con una perfecta sonrisa.
Julia se limita a devolverle la sonrisa. Pero, ¿qué la pasa? ¿Por qué es incapaz de articular palabra alguna delante de ese chico? Es como si se hubiese quedado petrificada frente a él. Joder, ¿por qué es tan tímida? Así nunca conseguirá conocer gente nueva. Levanta la cabeza y observa cómo ese chico continúa sonriéndola. Y ahora, ¿qué hace? ¡Que momento más incómodo! Por fin, una voz rompe el hielo:
-¿Dónde me has dicho que te lleve?-dice Jaime.
-Eh… al hospital.-consigue decir la chica.
-¿Al hospital? ¿Ha pasado algo malo?
Julia permanece en silencio un instante. La verdad es  que no tiene ni idea. ¿Puede haber sido algo grave? Uff, esto de vivir con la intriga no le gusta nada. Conoció a Marcos hace dos días y, sin embargo, le preocupa lo que pueda haber pasado. Entonces, ¿qué le dice al novio de su hermana? En fin, tendrá que improvisar.
-No, no.-intenta tranquilizarlo.-Solo es un amigo que… se ha roto la muñeca.-miente.
-Ah, vale. Si es solo eso no pasa nada. Yo me rompí una vez la muñeca, pero me recuperé perfectamente. Me gustaba que mis amigos me firmasen la escayola. Me costó desprenderme de ella después.
Julia sonríe, se lo ha creído. Pero, todavía cabe la posibilidad de que se lo cuente a su hermana y la descubran. Así que dice:
-Jaime… ¿puedo pedirte un favor?
-Claro, dime. Lo que sea por la cuñada más guapa del mundo.
-No le digas nada de esto a Valen, por favor. Es que estoy castigada, y si me descubre, me mata.
Jaime sonríe. Estos niños y sus travesuras. A sus dieciocho años, ya ha madurado un poco. Aunque sigue haciendo de las suyas cuando le apetece. Sin embargo, cuando era más pequeño, hizo cosas de las que se arrepiente. Jamás podrá olvidar todo el sufrimiento que causó, fue un auténtico gilipollas. Nota cómo se le enrojecen los ojos. Pero no puede llorar, no delante de su hermano y de Julia. Además, todo aquello es pasado. Lo mejor es olvidarlo. Muestra una sonrisa lo suficientemente convincente y responde:
-Tranquila, no le diré nada. Me debes un favor, pequeña.
-Lo que sea.-responde Julia con una sonrisa.
El resto del camino transcurre en silencio, hasta que por fin llegan a su destino: el hospital. Jaime frena frente a la entrada y Julia sale del coche, no sin antes darle las gracias por todo. Álvaro, que no ha dejado de observarla, muestra una sonrisa triste. ¡Llevaba tanto tiempo esperando ese momento! Desde que la vio aquel día de mayo, en la puerta de su colegio. Había acompañado a Jaime a recoger a su novia y, en cuanto la vio, supo que esa chica tenía algo especial. Jamás se habría imaginado que era la hermana de Valentina. Aunque, ahora que lo piensa, la verdad es que se parecen bastante. Había estado tentado de agregarla al Tuenti más de una vez, pero imaginó que ella le ignoraría al no saber de quién se trataba. Demasiado tiempo pensando en ella y todo… ¿para qué? Para decirle que se llama Álvaro y no volver a articular palabra en toda la conversación. Joder, se ha sentido demasiado vulnerable a su lado. Ella es tan guapa… y él, él es simplemente un chico del montón. ¿Gusta a las chicas? Sí, pero él no se ve suficiente para nadie. No le gusta su físico, no le gusta su carácter, no le gusta nada de él. Tiene la autoestima por los suelos, y ni siquiera plantea la posibilidad de haberle gustado a Julia. Y mucho menos ahora, desde que empezó con eso. Sabe que lo único que consigue haciéndolo es hacerse daño a sí mismo, pero ya no puede parar. Se ha convertido en algo parecido a una adicción, y le resulta imposible desengancharse. No fuma, no bebe, no se droga, pero se hace daño de otra forma. Joder, ojalá nunca hubiese empezado con eso. La gente se metía con él, se reía de sus defectos. Y él era débil, no podía soportarlo. ¡Hasta planteó la posibilidad de suicidarse! Pero no lo hizo, era demasiado cobarde para acabar con su vida. Así que decidió matarse poco a poco. Jamás se lo ha confesado a nadie, pero sabe que algún día explotará y necesitará pedir ayuda. Lo que él no sabe es, que ese día está más cerca de lo que él piensa. Por otra parte, está seguro de que no volverá a ver a Julia hasta dentro de mucho tiempo. Él nunca ha tenido suerte en esas cosas. Parece que el destino no está de su parte.
-Hermanito, ¿sigues ahí? Estás muy callado.
Álvaro regresa a la realidad. Toca fingir una sonrisa y simular que no tiene problemas.
-Sí, sigo aquí. Estaba… pensando.
-Es guapa, ¿eh?
-¿Qué?- dice el chico sin salir de su asombro.
-Vamos, he visto por el retrovisor cómo la mirabas. Te ha encantado.
Álvaro ni siquiera se molesta en contestar. Tendrá que aprender a disimular mejor para la próxima vez.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Capítulo 33


-¿Sí?
-Hola. Acabo de terminar de hablar con ella. ¿Voy para tu casa y te cuento?
-Es que… he quedado con Carlos en diez minutos.
-Ah, pues si quieres lo dejamos para otro día.
-No, no. Esto es más importante. ¿Te parece si lo hablamos entre los tres?
-Claro, ¿por qué no?
-Perfecto. En diez minutos en mi portal.
-Vale.
Lidia cuelga el teléfono. Se siente rara. Por una parte, quería quedarse a solas con Carlos, pero por otra, está enamorada de Manu. La situación se le ha ido de las manos y, finalmente, va a quedar con los dos chicos que le gustan. Bueno, al menos, tiene seguro que no pasará nada. Sin embargo, no sabe si ha hecho bien al decidir hablarlo entre los tres. Al fin y al cabo, se ha enfadado con su amiga por Carlos. ¿No se supone que él no debería enterarse de nada? Joder, le va a resultar imposible hablar del tema con él. ¿Qué hace? Cree que lo mejor será hablar solo con Manu y dejar la cita con Carlos para otro día. Coge el móvil y llama a su vecino:
-¿Si? ¿Ya estás lista?-pregunta una voz algo confundida al otro lado de la línea.
-No. Es que, no puedo quedar contigo ahora.-responde la chica temerosa.
-No te da tiempo, ¿verdad? Lo sabía.
-No, no es eso. Es que mi abuelo ha venido de visita y hace mucho tiempo que le veo. Me gustaría pasar algo de tiempo con él.
-Claro, no pasa nada, preciosa. Mañana nos vemos en clase.
-Gracias por entenderlo.-dice Lidia con una sonrisa.
-Tranquila, a ti te lo perdono todo.
Un par de palabras bonitas más, y ambos cuelgan el teléfono. Carlos suspira, ya casi estaba preparado. Era su oportunidad de estar a solas con su nueva vecina, la misma que no paraba de rondar sus pensamientos. Desde que la conoció, desde que la salvó de aquel accidente de coche, no puede parar de imaginar miles de historias junto a ella. Bueno, ya que tiene la tarde libre, intentará hablar con su hermana por Skype para desconectar un poco. Se sienta en la cama y coloca el portátil sobre su regazo. Lo enciende y entra en la red social. Por suerte, Marta está conectada. Abre una nueva ventanita y en seguida, su hermana acepta su invitación.
-Hola.-dice la chica sonriente.
-Hola, pequeña.-responde Carlos observándola con atención. Esta vez lleva el pelo recogido en una bonita trenza de espiga, y sus preciosos ojos verdes desprenden una luz especial.
-¿Qué tal está papá? ¿Alguna novedad por Madrid?-pregunta la chica algo preocupada.
-Papá está bien, siempre nos hemos llevado bastante bien, así que no le doy problemas. ¿Por qué lo preguntas?
-Por nada, es solo que… da igual, serán cosas mías.
-No, pequeña. Tú siempre has sido muy observadora. Cuéntame qué te preocupa.
-Pues… que últimamente mamá se arregla más de lo normal, sale por la noche con “sus amigas” y vuelve tarde. Yo creo que ha encontrado a algún hombre, y tengo miedo.
Carlos se queda un rato pensativo. Parecerá ridículo, pero es que nunca contempló la posibilidad de que alguno de sus padres rehiciese su vida con otra persona. La información que le ha proporcionado su hermana le preocupa, pero lo cierto es que no hay nada confirmado.
-Pero, tú no sabes con exactitud si está saliendo con alguien. A lo mejor solo se refugia en sus amigas para superar este mal trecho.
 -Ya, pero… ¿y si hay alguien que ocupa de nuevo su corazón?
-Pues si hay alguien que ocupa su corazón no pasa nada. Mamá tiene derecho a ser feliz de nuevo. Las cosas entre ella y papá jamás se arreglarán. Y por duro que resulte, tenemos que asumirlo. Si mamá se echa novio, tendrás que aceptarle tal como es.
-Pero no quiero reemplazar a papá.-dice la chica con los ojos llorosos.
Carlos duda, quizás ha sido demasiado duro con su hermana. Al fin y al cabo, es solo una niña.
-Marta, jamás vas a reemplazar a papá. Simplemente será un hombre que quiera a mamá y que la haga feliz. Pero papá siempre será tu padre y te querrá muchísimo. Eso no lo olvides.
-Gracias por intentar animarme, pero no quiero que mamá rehaga su vida con otra persona que no sea papá. Porque eso significaría que ya no hay posibilidades de que lo arreglen.
-Eres demasiado pequeña para preocuparte por esas cosas, no adelantes acontecimientos y sé feliz, ¿vale?
-Lo intentaré.-responde la chica poco convencida.-Tengo que irme, tengo clase de tenis.
-Vale, pásalo bien y no te olvides de sonreír, pequeña.
Carlos esboza una amplia sonrisa y se despide de su hermana. Apaga el ordenador y se asoma a la ventana. Vaya, ha empezado a llover de repente. Limpia el cristal empañado y mira afuera. Los árboles están comenzando a perder las hojas y el suelo se tiñe de marrón. Algunas parejas caminan agarradas de la mano bajo un paraguas y luego… están esos dos adolescentes, pasándolo bien y mojándose bajo la lluvia. Pero, un momento, ¿esa no es Lidia? Sí, y el que va con ella no es otro que Manu. ¿No se supone que quería pasar tiempo con su abuelo? Joder, a veces, de bueno parece tonto. Su vecina, la nueva chica de sus sueños, no quiere pasar tiempo con él. Y él ni siquiera se había dado cuenta. Mañana le pedirá una explicación, pero mientras tanto, toca rayarse. Baja la persiana y se tumba sobre la cama. Lo que había empezado siendo un buen día, ha acabado siendo uno de los peores días de su vida.

sábado, 23 de febrero de 2013

Capítulo 32


Son casi las seis de la tarde. Julia ha invitado a Manu a su casa. Han quedado a las seis, estará al llegar. Cuando sonó el timbre que indicaba el final de la mañana, la chica se fue a su casa sin ni siquiera hablar con sus amigos. Lidia sigue enfadada. La verdad es que no entiende por qué, él solo la dio un abrazo porque estaba mal. No pasó nada. Además, Carlos y Lidia son solo amigos. No lo entiende. Al llegar a casa, tenía varias llamadas perdidas de Manu. Se conectó al Tuenti y habló con él. Decidieron que lo mejor era quedar para hablar las cosas. El sonido del timbre de su casa la saca de sus pensamientos. Sale de su habitación y abre la puerta:
-Hola.-dice Manu con una sonrisa.
-Hola, ¿quién te ha abierto abajo?-pregunta la chica curiosa.
-Tu hermana y su novio... ¿Jorge, se llamaba?
-Jaime.
-¡Eso!
La chica invita a Manu a pasar y ambos se dirigen a su habitación. El chico deja el abrigo sobre la cama y empieza a hablar:
-¿Qué os ha pasado? Lidia no ha querido contarme nada. Ha estado triste toda la hora y, por un momento, he pensado que se iba a echar a llorar en cualquier momento.
-Es que… en el fondo no ha pasado nada. Cuando Lidia ha entrado en el baño, Carlos estaba dándome un abrazo. Ella nos ha visto y se ha puesto celosa, eso es todo.
-¿Celosa? ¿Por qué?
-Pues porque le gusta Carlos. Esas cosas se notan.
-Ya sabes que yo nunca me doy cuenta de nada. Pero, ¿por qué estaba Carlos abrazándote?
-Porque yo estaba mal.
-¿Mal? ¿Por qué?
-Por nada…-Julia duda, su mejor amigo no está acostumbrado a guardar secretos y ni siquiera ella está segura de sus sentimientos. Lo mejor será no decirle nada de lo de Marcos, lo que cree que está empezando a sentir por él y lo que ha pasado en la cafetería. Busca rápida una excusa y la encuentra.-es solo que, Sergio no me hace caso.
-Pero, no te preocupes. Se supone que estás enamorada de él. No le vas a perder, tonta.
Una vez más, la melodía de “Summer shade”, interrumpe su conversación. Julia mira la pantalla de su Smartphone y descubre que es un número desconocido. Cuelga y revisa su lista de últimas llamadas. Sí, lo que se temía. El número que acaba de llamarla, era el del móvil de Marcos. Mierda, tenía que haber contestado. Sin embargo, el destino le cede una nueva oportunidad. La chica contesta y, descubre al otro lado del teléfono, una voz que no esperaba escuchar.
-Hola.
-¿Sergio?
-Sí, soy yo. Te llamaba porque…
Manu observa cómo su amiga palidece de repente. Tiene la cara desencajada y parece que va a echarse a llorar de un momento a otro.
-¿Qué? Voy para allá ahora mismo.
Julia cuelga el teléfono, abre el armario y coge su abrigo.
-¿Qué ha pasado?- pregunta el chico preocupado.
-No hay tiempo. Tenemos que ir al hospital.
-¿Tenemos?
-Bueno, yo tengo que ir. Si no quieres venir, no vengas. Pero acompáñame a la puerta, por favor.
Manu duda, la verdad es que le prometió a Lidia contarle todo nada más hablar con Julia. Pero, por otra parte, Julia parece preocupada. Finalmente, decide que no pasará nada porque su amiga vaya sola y pone una excusa:
-Lo siento, prometí ayudar a mi madre a arreglar el mueble de la cocina. Mañana me cuentas qué ha pasado, ¿vale?
Julia no dice nada. Lleva a su amigo hasta la puerta y se dirige a la calle. Le parece increíble que no quiera acompañarla al hospital. El asunto es serio, pero parece que a él le da igual.
Manu, por su parte, se siente culpable por no acompañar a su amiga. Parecía preocupada, pero siempre ha sentido cierta debilidad hacia Lidia. En un principio, eran solo ellos dos. Julia se unió más tarde y se convirtió en una persona imprescindible para él. Pero Lidia lleva más tiempo a su lado, es su mejor amiga y nunca se perdonaría dejarla sola en un momento como ese. Julia siempre ha estado en un segundo plano, y esta vez no iba a ser diferente.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Capítulo 31


A eso de las cinco, en una bonita urbanización.
-¡Sí! Lo has conseguido. Me has dado un pase limpio sin problemas.
-Voy mejorando poco a poco.
Carlos sonríe. Hace una hora que llamó al telefonillo de su amiga para enseñarla a jugar al fútbol. Le costó convencerla, pero al final cedió y bajó con él. Al principio, la chica no daba ni una. Pero, después de unas cuantas risas y algún que otro abrazo, ya parece que se defiende. Realmente, está empezando a gustarle su nueva vecina.
-Bueno, ahora toca aprender a tirar a portería.
-¿Qué? ¿En serio? Con lo que me ha costado esto.
-Venga, que no pasa nada. Yo hago de portero. Intenta meterme gol.
La chica coge el balón y lo coloca en el suelo. Se coloca frente a él y le da una patada lo más fuerte que puede. Sin embargo, la pelota se desvía y no entra en la portería. Carlos suelta una pequeña risita.
-¿Y tú de qué te ríes?- dice la chica fingiendo que se enfada.
-Tienes la puntería un pelín desviada, ¿no?
-Vas a enseñar a jugar al fútbol a quien yo te diga.
-No te enfades, tonta. Venga que yo te enseño-y, tras aproximarse a ella, le dice-tienes que colocarte así, mira.
Carlos rodea a la chica por la cintura y hace que gire la cadera. Lidia se siente como en una nube y no puede prestar atención a lo que el chico intenta explicarla.
-Inténtalo ahora, preciosa.
La chica vuelve a la realidad, no se ha enterado de nada, pero habrá que intentarlo. Le da una patada al balón y, para sorpresa de ambos, entra en la portería. Carlos aplaude su gesto impresionado. La chica hace una reverencia y dice:
-Bueno, ahora sí, vamos a dejarlo, que estoy cansada.
-Vale, mañana más.
-¿Qué?- dice la chica incrédula.
-Es broma, tonta. Lo has hecho muy bien. ¿Me ducho y damos una vuelta?
-Sí, por favor. No me gusta hacer deporte, sudo demasiado. ¿Quedamos en media hora en el portal?
-¿Media hora solo? ¿Crees que te dará tiempo?-dice el chico con una sonrisa burlona.
-Tienes razón, mejor no quedo contigo.- responde la chica guiñando un ojo.
-Tengo una idea mejor. Si quieres que te de tiempo, tendremos que darnos prisa, ¿no?
-¿Qué insinúas?
-Que quien llegue el último es un huevo podrido- dice el chico empezando a correr.
Lidia sonríe, este chico no tiene remedio. Corre tras él y consigue alcanzarlo. Sin embargo, el chico acelera y llega primero al portal, donde espera con los brazos abiertos a su amiga. La chica llega y ambos se unen en un caluroso abrazo. Se despiden con dos besos en la mejilla y quedan en ese mismo lugar en media hora.

viernes, 1 de febrero de 2013

Capítulo 30


Dos horas más tarde, en casa de Marcos. El chico permanece tumbado en la cama bocarriba, la verdad es que no se encuentra bien, está mareado y apenas consigue mantenerse en pie. Hoy se ha pasado. Al principio, pensó que era inofensivo, pero tras veinte interminables minutos, sintió cómo le fallaban las fuerzas. No pudo hacer nada por remediarlo, y cayó al suelo desmayado. Le ha despertado la música que tiene como despertador hace unos minutos, al parecer alguien se preocupó de poner la alarma. Cuando ha abierto los ojos, estaba desorientado y todo le daba vueltas. Ahora, tras unos minutos mirando al techo, parece que se encuentra mejor. La casa está en silencio, no hay nadie, no hay peligro. Se incorpora y se sienta en la cama, al instante unas náuseas acuden a su garganta. Pone los pies en el suelo e intenta levantarse, pero le ceden las piernas y cae al suelo. Es inútil, está demasiado débil. Gateando, consigue llegar al cuarto de baño. Sube la tapadera del wc y un líquido rojo cae hacia el retrete. Marcos no se sorprende, está acostumbrado a vomitar sangre, últimamente se está convirtiendo en rutina. Baja la tapadera y tira de la cadena. Una vez más intenta levantarse, y esta vez lo consigue con mucho esfuerzo. Se apoya en el lavabo y abre el grifo. Se enjuaga la boca y se lava la cara. Cierra el grifo. Coge la toalla y se seca, manchándola de sangre. Mierda, ahora tendrá que echarla a lavar. Entra en la cocina y la mete en la lavadora. Se dirige a su habitación y abre el armario. En menos de media hora tiene entrenamiento. No está en condiciones de ir, pero su entrenador ya se lo advirtió: “Si faltas una vez más en lo que queda de trimestre, no tendré más remedio que echarte del equipo. Tu rendimiento ha bajado notablemente y sacas malas notas en el colegio. No sé si quiero que sigas formando parte de mi equipo.” Aquellas palabras hicieron efecto en él, lo único que le queda en esta vida es el fútbol sala. No podría vivir sin su equipo, así que tendrá que sacar fuerzas de cualquier sitio. Se pone el chándal del equipo y entra en la cocina para comer algo. Un sándwich de pavo y queso y un zumo de naranja le ayudarán a recuperar las fuerzas. Cuando acaba, se sienta en el suelo y se masajea los tobillos y las piernas. Tiene que ser fuerte, no existe el dolor. Intentará no pensar en ello, todo va a salir bien. Sale a la calle y se dirige al polideportivo. Cuando llega, Sergio está esperándole.
-Ey, ¿qué pasa tío?
Marcos intenta disimular y sonríe. Ni siquiera su amigo sabe nada de eso. Jamás se atreverá a contárselo a nadie, no le gusta predicar desgracias. Es su vida privada, son sus problemas. En esta vida nadie va a solucionarte tus mierdas. Los dos amigos entran en el polideportivo y se preparan para una dura sesión de entrenamiento. Hoy toca físico. Marcos está nervioso, no sabe si podrá cumplir. Se encuentra demasiado cansado.

viernes, 25 de enero de 2013

Capítulo 29


Mientras tanto, en la clase de primero B. Las dos chicas han permanecido calladas hasta que ha sonado el timbre indicando el final de la clase. Ha sido entonces cuando Julia se ha levantado como un resorte para aclarar las cosas con su mejor amiga:
-¡Lidia, escúchame! No ha pasado nada. Tienes que creerme, por favor.
La chica se ha limitado a girar la cabeza para mirar hacia otro lado. Pero Julia no estaba dispuesta a darse por vencida:
-Eres mi mejor amiga, ¿de verdad crees que sería tan estúpida de hacerte algo así?
Una vez más no obtiene respuesta:
-Pero, ¿qué os pasa, chicas?- pregunta Manu un tanto preocupado por la actitud de sus mejores amigas.
Julia, un poco abatida y triste, se limita a responder:
-Nada, cosas de chicas. No te preocupes, estaremos bien.- y, tras decir eso, sale del aula sin avisar a nadie. Una vez más, siente que las lágrimas van a apoderarse de ella en cualquier momento. Pero esta vez no puede derrumbarse, ya ha llorado demasiado por hoy. Saca su móvil, se pone los cascos y se dirige hacia la cafetería del instituto. Camina lenta y silenciosamente por los pasillos. Se siente libre, nadie puede verla. Se perderá la clase de Matemáticas, pero no le interesa demasiado. Siente que no ha actuado bien dejando a su amiga sola en clase, pero se ha movido por impulsos, ni siquiera le ha dado tiempo a pensar. Además, Lidia no está sola, tiene a Manu. Por fin llega a la cafetería. Abre la puerta y descubre que hay más gente de la que jamás hubiese imaginado. Varios grupos de chicos mayores charlan tranquilamente en la parte del fondo; una chica lee un libro sentada sobre la mesa y algún que otro alumno de bachillerato aprovecha el descanso para estudiar. Ella, siendo de las más pequeñas del instituto, se siente débil. Camina hasta una pequeña máquina de refrescos situada en la esquina derecha y se compra una Coca-Cola. Luego, busca un sitio donde sentarse. Echa un vistazo por toda la cafetería y descubre una mesa al fondo, lo suficientemente aislada como para sentirse cómoda. Se sienta y da un sorbo a su refresco. Unos segundos más tarde, dos chicos se acercan a su mesa. Sabe quiénes son, son un año más mayores que ella y no tienen muy buena fama en el instituto:
-Eh, tú, ¡novata! Esa es nuestra mesa.
-Yo no he visto tu nombre por ningún lado.- responde la chica con total confianza.
-¿Te me vas a poner chula? Creo que no sabes con quién estás hablando.
-Por cómo me tratas, creo que con un payaso.
-¿Sí? Pues creo que tendré que enseñarte modales, niñata.- y, tras decir eso, le hace un gesto a su amigo para que agarre a la chica. Pero, la voz de un chico, le detiene:
-Trejo, como la toques, estás muerto. Te parecerá bonito amenazar a una chica más pequeña que tú. Aprende a meterte con gente de tu tamaño.
Julia se gira y descubre más que sorprendida a un Marcos agresivo que intenta defenderla. Trejo la suelta y hace amago de enfrentarse al chico, pero su amigo le detiene:
-Déjalo, no vale la pena- luego, se gira para mirar a Julia- y en cuanto a ti, novata, no siempre va a estar Marcos para defenderte.
Julia no dice nada y los dos chicos se van. Marcos, dispuesto a salir de la cafetería, comienza a andar. Sin embargo, nota cómo alguien le agarra del brazo. Se gira y no puede evitar mirar a los ojos a su compañera:
-Espera, Marcos. ¿Por qué lo has hecho?
-¿El qué?
-Lo de defenderme delante de esos macarras.
-Porque eres una chica y ellos son capaces de pegarte. Les conozco y sé que van armando bulla por donde pasan.
-Yo… yo quería darte las gracias por  todo.
-De nada.- responde seco el chico. Y, finalmente, sacude el brazo para que la chica le suelte y sale de la cafetería.
Julia regresa a su mesa y se termina el refresco pensando en todo lo que acaba de pasar. Marcos la ha defendido, pero después no ha sido amable con ella. Parece que aún sigue enfadado.

sábado, 19 de enero de 2013

Capítulo 28


Carlos permanece en el pasillo, junto a la puerta de su clase. Se siente mal, la conversación con Julia le ha dejado descolocado. Desde la primera vez que le vio, supo que Marcos no era de fiar. Pero parece que la chica está empezando a enamorarse de él. Aunque parezca raro, la entiende. Básicamente, es lo mismo que le está pasando a él con Lidia. Apenas la conoce, pero ha sido un flechazo. Va a ser verdad eso de que existe el amor a primera vista. Sinceramente, no sabe qué le está pasando, y odia empezar a rayarse él solo. Lo mejor es entretenerse haciendo otra cosa. Pero, ¿entra en clase o espera a que suene el timbre? Acaba de salir del baño de chicas y todavía quedan quince minutos para que acabe la hora. Si se queda en el pasillo, puede arriesgarse a que le vea la directora o el jefe de estudios. Sí, lo mejor será pedir permiso para entrar. Dos toquecitos con los nudillos en la puerta. Nadie responde al otro lado. El chico asoma la cabeza y dice con timidez:
-¿Puedo pasar?
El profesor le mira con una expresión seria:
-Eso solo depende de usted, señor Jiménez. ¿Va a seguir hablando o me va a prestar respeto?
Carlos no responde.
-Siéntese, antes de que cambie de opinión.- termina por decir el profesor.
-Gracias, no volverá a repetirse.- dice el chico con una sonrisa.
Recorre la clase y llega a su sitio. Cumple su promesa, se sienta y no abre la boca hasta que el timbre indica el final de la clase. Es entonces cuando se levanta y se acerca a Clara. Quiere saber su versión de la historia. Marcos es su mejor amigo, de modo que le contará lo sucedido detalladamente. La chica, al verlo llegar, le dice con una sonrisa:
-Vaya comienzo de curso, amigo.
-Ya, se puede decir que me he lucido.-responde el chico mostrando sus perfectos dientes blancos y, a continuación, añade-¿Qué es lo que me ibas a decir antes de que me echasen de clase?
Clara duda un instante:
-Ah, eso… No sé si debería contártelo, le prometí a Marcos que no diría nada.
-Venga, Clara, no me dejes con la intriga, por favor. Puedes confiar en mí, sé guardar secretos.
La chica está seria. Realmente no sabe si ha metido la pata al mencionarle a su amigo algo sobre Marcos. Por otra parte, acaba de conocer a Carlos, pero parece un buen chico. No va a pasar nada porque se lo cuente, ¿no? Finalmente, sonríe:
-Vale, te lo cuento. Pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie.
-Te lo prometo.-dice Carlos con una sonrisa de oreja a oreja.
-Marcos es mi mejor amigo y hoy en el recreo le he notado raro. No es un chico que suela sonreír mucho, pero cuando está mal, soy la primera en notarlo. Al principio, no quería contarme qué le pasaba pero al final se ha sincerado conmigo. Me ha contado que había discutido con una chica, Julia. Que había sido una tontería y no tendría por qué importarle. Que estaba bien, pero que cuando la ha visto esta mañana sonriendo le ha jodido. La primera vez que la vio le pareció una chica guapa, pero nada fuera de lo normal. Sin embargo, cree que está empezando a pillarse por ella.- la expresión de la chica ha cambiado por completo. Está muy seria y parece como si le costase hablar de ello. Carlos no tiene en cuenta ese detalle y responde:
-Vaya, parece que alguien ha conseguido tocarle el corazoncito a ese tipo duro.
-¿Tipo duro? Pero si Marcos es un cacho de pan. Cuando le conocí pensaba lo mismo que tú, pero poco a poco se convirtió en una persona indispensable para mí. Ahora soy incapaz de imaginarme mi vida sin sus bromas, sus abrazos, sus sonrisas, sus secretos, sus canciones…
Si no fuera porque sabe que Marcos es su mejor amigo y que ella tiene novio, Carlos pensaría que esa chica está enamorada de ese tipo duro. Pero no puede ser, es su mejor amigo, sería un amor imposible. Además, la chica tiene una relación de más de un año con su novio, según le ha contado por la mañana. No, definitivamente, la única que está enamorada de Marcos es Julia. El profesor de la siguiente asignatura entra por la puerta e interrumpe su conversación. Todos los alumnos toman asiento y esperan impacientes el sonido que indicará el final de la mañana.

lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 27


Carlos no sabe qué hacer. Acaba de conocer a Julia, pero es incapaz de ver a alguien llorar y no hacer nada al respecto. Le han echado de clase, nadie notará su ausencia en el pasillo. ¿Qué hace? ¿Entra en el baño de chicas o espera a que Julia salga? Decide esperar. Los minutos pasan y la chica no sale del baño. Ya ha esperado demasiado. Comienza a andar y entra en el baño de chicas. Puede oír perfectamente los sollozos de Julia. No quiere asustarla, así que dice:
-¿Julia? ¿Estás ahí?
La chica, que no esperaba a nadie, levanta la cabeza, se seca las lágrimas y abre la puerta.
-Estoy aquí.- responde muy seria.
Carlos se acerca a ella y se sienta a su lado.
-No deberías estar aquí, si te pillan pueden llegar a expulsarte.
-Bueno, correré el riesgo. Tú tampoco deberías estar aquí, y mucho menos así. ¿Qué ha pasado?
Julia no sabe por dónde empezar. La verdad es que no ha pasado nada, Marcos sigue sin hablarla y Sergio apenas la presta atención. Eso es todo. Ha pedido permiso al profesor para ir al servicio, y al salir por la puerta, no ha podido evitar echarse a llorar. Son demasiadas explicaciones para alguien que ni siquiera la conoce, así que responde:
-Nada.
-¿Es por Marcos?- dice el chico sin pensar.
¿Qué? ¿Cómo sabe Carlos lo de Marcos? ¿Se lo ha contado Lidia? No, imposible. Ni siquiera ha tenido tiempo. Pero, ¿y entonces?
-¿Cómo sabes tú lo de Marcos?
-En realidad no lo sé. En el recreo he visto que le mirabas mucho, y Clara ha querido contarme algo, pero no le ha dado tiempo. Me han echado de clase.
-Bueno, la verdad es que tiene algo que ver con él…
Julia le cuenta todo lo sucedido con Marcos desde el primer momento. No sabe por qué, pero ese chico la inspira confianza. Él la escucha con atención y, cuando por fin termina, le dice:
-No estés mal por eso. Marcos es un payaso y un prepotente. El otro día estuve con él y demostró ser un imbécil. No merece tus lágrimas, preciosa.
Acto seguido, Julia le da un fuerte abrazo, la verdad es que es un gran chico. En ese momento, Lidia aparece por la puerta y ve la escena. Ninguno de los dos llega a verla, ya que ella se esconde detrás de una columna. Al ver que Julia tardaba demasiado en volver, el profesor la había mandado a buscarla. La chica observa cómo ambos se despiden:
-Bueno, tengo que irme. No estés triste, ¿vale?
-Vale, yo me quedo un rato más.
Carlos se levanta del suelo y sale por la puerta. Unos instantes más tarde, Lidia sale de su escondite y sorprende a su amiga, que la observa a través del espejo. Julia se da la vuelta sobresaltada:
-¿Qué haces aquí?
-El profesor se preocupó por ti y me mandó a buscarte, pero ya veo que estabas demasiado ocupada.
Y, sin decir nada más, sale al pasillo.
-Lidia, ¡espera!-Julia camina detrás suya, pero su amiga no le hace caso.
Llegan a clase y entran por la puerta sin cruzar palabra alguna. Desde su sitio, Manu observa cómo Lidia está a punto de llorar.

martes, 8 de enero de 2013

Capítulo 26


Unos minutos más tarde, en el patio del colegio. Los cuatro amigos se han sentado en unos bonitos bancos de madera que hay un lado del patio. A Carlos le encanta ese sitio, en su antiguo instituto las cosas eran distintas. Los profesores eran más antipáticos y los compañeros menos sociables. Las aulas eran tristes y el patio mucho más pequeño. En Madrid, todo es diferente. Dicen que Barcelona suele ser más bonita, pero él se ha enamorado de Madrid en menos de veinticuatro horas. Un balón toca su zapato y le saca de sus pensamientos. Carlos lo mira con cierta melancolía. Hace tiempo que no juega al fútbol, una de sus grandes pasiones. En Barcelona, jugaba en un equipo, pero aquí, ni siquiera se ha molestado en apuntarse a cualquier polideportivo. Un chico le hace una seña para que le pase el balón. La verdad es que tiene muchas ganas de jugar, realmente lo necesita. Se levanta y sale corriendo, controlando el balón con maestría. Sus amigos le observan con admiración. Carlos continúa su carrera. Regatea. Da un pase a un chico que ni siquiera conoce. Se lo devuelve. Chuta y el balón entra en la portería por la escuadra. Clara, que lo ha visto todo, aplaude la demostración de Carlos con una sonrisa de oreja a oreja. Este no la ve y vuelve con sus amigos.
-Guau, Carlos. No sabía que jugases tan bien. Ha sido impresionante.- le felicita Lidia.
-¿Impresionante? Ya quisiera yo, no soy tan bueno.
-Pues has estado espectacular.
-Cuando quieras te enseño.
-¿Lidia? ¿Jugando al fútbol? Seguro que pisaría el balón y caería de boca.- comenta Manu sonriente.
-Gracias, eh. Has conseguido hundirme.- dice la chica guiñando un ojo.
-¡Que no, tonta! Si sabes que te quiero más que a nada.
Lidia le da un abrazo y un beso en la mejilla a su amigo. Momentos como esos son los que consiguen enamorarla. Se da cuenta de que tiene una conversación pendiente con Carlos y regresa a la realidad.
-No hagas caso a este tonto. Cuando quieras, me enseñas un poco cómo va esto del fútbol.
-Pues ya sabes, cuando tengas un rato libre, me llamas al telefonillo y bajamos a la urba.
-Eso está hecho.
Julia, que ha estado callada toda la conversación, observa cómo Marcos tontea con la chica que hace unos instantes estaba con Carlos. ¿Cómo ha dicho que se llamaba? Carmen, Carla, Clara… ¡Eso es! Clara. Llevan un rato hablando. Ella juega con su pelo. Él sonríe. Ambos se miran a los ojos. Julia no puede oír lo que dicen. La chica le abraza y Marcos le da un beso en la mejilla. ¿Qué estará pasando? Julia baja la mirada, no quiere saber cómo sigue la cosa. El timbre indica el final del recreo y todos los alumnos regresan a las aulas.
Carlos se despide de sus amigos y entra en su clase. Allí, Clara le recibe con una bonita sonrisa.
-Has estado genial en el recreo. No sabía que jugabas al fútbol.
-¿Me has visto? ¿Dónde estabas?
-En las gradas. Has conseguido impresionarnos.
-¿Impresionaros?-pregunta Carlos, sorprendido por el plural de su afirmación.
-Sí, a Marcos y a mí.
-¿Eres amiga de Marcos?
-¡Claro! Es mi mejor amigo.
Carlos se decepciona al oír esas palabras. El otro día estuvo con él y no le cayó muy bien. Demasiado prepotente para su gusto. Lo mejor será no darle demasiada importancia. Toma asiento y atiende al profesor. Historia es demasiado difícil para él, no entiende nada. Le aburre muchísimo, ¿de qué le sirve saber la vida de gente que ya está muerta? Nunca le verá sentido. Mira a su izquierda y nota que Clara está preocupada por algo.
-¡Tss! Clara, ¿qué te pasa?
La chica le mira sorprendida.
-¿A mí? Nada, ¿por qué lo dices?
-No sé, se te ve ausente.
-Es que esta clase no interesa mucho.
-Te entiendo.
La voz del profesor interrumpe su conversación.
-Carlos y Clara, ¿se callan o quieren dar ustedes la clase?
Ambos agachan la cabeza y permanecen callados un buen rato. Pero, finalmente, Clara comienza a hablar:
-Oye, ¿alguna de tus amigas se llama Julia?
-Sí, ¿por?
-¿Y va a primero B?
-Sí, ¿a qué vienen tantas preguntas?
-A nada, es solo que Marcos…
-Espera, ¿Julia y Marcos se conocen?
La chica no puede responder, pues el profesor dice con voz rotunda:
-Ya está bien, señor Jimenez, salga del aula, por favor.
Carlos se levanta resignado. Mierda. El primer día de instituto y ya le han echado de clase. Abre la puerta y sale al pasillo.
Unos minutos más tarde, ve cómo una chica se dirige hacia él. Es Julia, y tiene lágrimas en los ojos. Al verle, echa a correr y entra en el baño a toda prisa. ¿Qué habrá pasado?