Sergio camina hacia su
casa a paso ligero. Son ya casi las diez de la noche y aún le queda un buen
rato de camino, sus padres estarán preocupados. Hay poca gente por la calle, es
como si ya estuviésemos en invierno. Hace unos días disfrutaba de las tardes de
piscina, y ahora, ahora le quedan escasas horas para empezar el instituto.
¿Será tan difícil como algunos dicen? ¿Empezará a fijarse en las chicas?
¿Dejará de sacar buenas notas? ¿Empezará a pintar con Marcos? Demasiadas
preguntas para tan pocas respuestas. Pero, por su cabeza ronda otra pregunta
mucho más importante que las anteriores, ¿estará empezando a sentir algo por
Julia? Las palabras de Marcos le han hecho reflexionar, ni siquiera sabe por
qué la ha defendido delante de su amigo. Tampoco se lleva tan bien con ella
como para encararse ante Marcos. Está hecho un lío. Su adolescencia apenas
acaba de empezar y ya está harto de todo. Le quedan muchos años de sufrimiento,
muchas cosas por descubrir, muchos sentimientos por conocer. Le quedan
alegrías, tristezas, amores, desamores, ilusiones, decepciones, abrazos,
sonrisas, lágrimas, peleas, reconciliaciones. La adolescencia es un tiempo
duro, pero es la época más bonita de la vida. No puede seguir rayándose por sus
sentimientos, lo mejor es dejar de pensar en ello. Si algo tiene que pasar,
pasará. Si no, todo habrá sido una pérdida de tiempo. Julia es solo una amiga
más, ni siquiera sabe si ella siente algo por él. Todo pueden ser paranoias de
Marcos sin sentido. La verdad es que nadie antes le había dicho que Julia
estuviese coladita por él. Pero, aunque lo intente, no puede dejar de pensar en
ella. Joder, ¿por qué tiene que ser todo tan difícil? Necesita desconectar,
necesita escuchar música. Saca su móvil del bolsillo. Tiene varios Whatsapps,
ahora no es el momento de leerlos. Entra en su carpeta de música, se pone los
auriculares, le da al play y desconecta del mundo. Continúa escuchando música
hasta que llega a su casa, a eso de las diez y cuarto. No quiere escuchar la
voz de sus padres, o peor, la de su hermana, así que no llama al telefonillo.
Saca las llaves del bolsillo y abre la puerta. Sube por las escaleras, entra en
casa y se mete en su habitación sin saludar a nadie. Está cambiándose cuando
alguien abre la puerta.
-No me jodas, Paula. Avisa antes de entrar.- dice el chico poniéndose la
camiseta.
-Tranquilo, hermanito. No me iba a sorprender lo que pudiese ver.
-Claro, ya estarás acostumbrada, ¿no?- dice el chico dando un golpe bajo.
-Idiota. Sé que en el fondo me quieres.
Sergio no dice nada. Nunca se ha llevado demasiado bien con su hermana, pero
parece que hoy viene de buenas, así que le regala una dulce sonrisa. Y, a
continuación, pregunta:
-Bueno, ¿para qué has venido?
La chica adquiere una expresión facial seria, como una hermana protectora:
-Sergio, son más de las diez. Eres pequeño para llegar a casa a estas horas.
Papá y mamá estaban preocupados, te han enviado mil Whatsapps pero no has
respondido. Has entrado en casa y ni siquiera les has saludado, ya no saben qué
hacer contigo. Últimamente, estás muy raro.
Sergio no puede creer que su hermana le esté diciendo eso. La verdad es que
hace un año las cosas no eran así, ellos dos hablaban más y él no tenía tantas
broncas con sus padres. A lo mejor, su hermana tiene razón y él ha cambiado. Ya
no sabe qué pensar. Simplemente le dice:
-A lo mejor es verdad y estoy cambiando. No sé, últimamente las cosas no van
demasiado bien.
Paula no se esperaba esa respuesta, esperaba algún insulto o algo parecido. Su
hermano pequeño parece que lo está pasando mal y su obligación es intentar
animarle. Sonríe y le dice cariñosamente:
-Anda, ven aquí tonto.- y acto seguido le da un cálido abrazo.
Sergio se siente cómodo. Hacía tiempo que no estaba así con su hermana. Habían
perdido la confianza y apenas hablaban si no era para discutir. Él la quiere
mucho, es su hermana, y si alguien la toca, haría cualquier cosa por
defenderla. Pero es demasiado orgulloso como para mostrar sus sentimientos. Tras
un largo rato, la chica se dispone a hablar:
-Bueno, Sergio. Yo me voy, que he quedado con unos amigos.
-Pásatelo bien y no te preocupes por mí. Intentaré ser más amable con papá y
mamá.
-Así me gusta, hermanito.-le da un beso en la mejilla y sale de la habitación.
Sergio, una vez solo en su cuarto, se dispone a leer los mensajes. Diez son de
su padre. Todos ellos preguntándole dónde está, a qué hora va a llegar a casa y
cosas por el estilo. Y uno es de Julia. Por el camino, había decidido alejarse
de ella, pero no puede evitar comenzar a leerlo. Cuando termina, se siente
realmente bien. Una sonrisa se ha dibujado en su cara y todo lo malo ha
desaparecido por unos instantes. No se esperaba algo así de su amiga, y menos
después de lo que ha pasado con Marcos. ¿Qué le puede responder? No tiene ni
idea, nunca se le ha dado bien hablar con las chicas. Finalmente, escribe:
“¡Julia! De nada. No me gusta verte mal, necesitabas un abrazo y yo me he dado
cuenta. Somos amigos, ¿no? Tú habrías hecho lo mismo por mí.”
No le convence mucho, pero sus neuronas no dan para más. Pulsa el botón de
enviar y que sea lo que dios quiera.
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