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viernes, 25 de enero de 2013

Capítulo 29


Mientras tanto, en la clase de primero B. Las dos chicas han permanecido calladas hasta que ha sonado el timbre indicando el final de la clase. Ha sido entonces cuando Julia se ha levantado como un resorte para aclarar las cosas con su mejor amiga:
-¡Lidia, escúchame! No ha pasado nada. Tienes que creerme, por favor.
La chica se ha limitado a girar la cabeza para mirar hacia otro lado. Pero Julia no estaba dispuesta a darse por vencida:
-Eres mi mejor amiga, ¿de verdad crees que sería tan estúpida de hacerte algo así?
Una vez más no obtiene respuesta:
-Pero, ¿qué os pasa, chicas?- pregunta Manu un tanto preocupado por la actitud de sus mejores amigas.
Julia, un poco abatida y triste, se limita a responder:
-Nada, cosas de chicas. No te preocupes, estaremos bien.- y, tras decir eso, sale del aula sin avisar a nadie. Una vez más, siente que las lágrimas van a apoderarse de ella en cualquier momento. Pero esta vez no puede derrumbarse, ya ha llorado demasiado por hoy. Saca su móvil, se pone los cascos y se dirige hacia la cafetería del instituto. Camina lenta y silenciosamente por los pasillos. Se siente libre, nadie puede verla. Se perderá la clase de Matemáticas, pero no le interesa demasiado. Siente que no ha actuado bien dejando a su amiga sola en clase, pero se ha movido por impulsos, ni siquiera le ha dado tiempo a pensar. Además, Lidia no está sola, tiene a Manu. Por fin llega a la cafetería. Abre la puerta y descubre que hay más gente de la que jamás hubiese imaginado. Varios grupos de chicos mayores charlan tranquilamente en la parte del fondo; una chica lee un libro sentada sobre la mesa y algún que otro alumno de bachillerato aprovecha el descanso para estudiar. Ella, siendo de las más pequeñas del instituto, se siente débil. Camina hasta una pequeña máquina de refrescos situada en la esquina derecha y se compra una Coca-Cola. Luego, busca un sitio donde sentarse. Echa un vistazo por toda la cafetería y descubre una mesa al fondo, lo suficientemente aislada como para sentirse cómoda. Se sienta y da un sorbo a su refresco. Unos segundos más tarde, dos chicos se acercan a su mesa. Sabe quiénes son, son un año más mayores que ella y no tienen muy buena fama en el instituto:
-Eh, tú, ¡novata! Esa es nuestra mesa.
-Yo no he visto tu nombre por ningún lado.- responde la chica con total confianza.
-¿Te me vas a poner chula? Creo que no sabes con quién estás hablando.
-Por cómo me tratas, creo que con un payaso.
-¿Sí? Pues creo que tendré que enseñarte modales, niñata.- y, tras decir eso, le hace un gesto a su amigo para que agarre a la chica. Pero, la voz de un chico, le detiene:
-Trejo, como la toques, estás muerto. Te parecerá bonito amenazar a una chica más pequeña que tú. Aprende a meterte con gente de tu tamaño.
Julia se gira y descubre más que sorprendida a un Marcos agresivo que intenta defenderla. Trejo la suelta y hace amago de enfrentarse al chico, pero su amigo le detiene:
-Déjalo, no vale la pena- luego, se gira para mirar a Julia- y en cuanto a ti, novata, no siempre va a estar Marcos para defenderte.
Julia no dice nada y los dos chicos se van. Marcos, dispuesto a salir de la cafetería, comienza a andar. Sin embargo, nota cómo alguien le agarra del brazo. Se gira y no puede evitar mirar a los ojos a su compañera:
-Espera, Marcos. ¿Por qué lo has hecho?
-¿El qué?
-Lo de defenderme delante de esos macarras.
-Porque eres una chica y ellos son capaces de pegarte. Les conozco y sé que van armando bulla por donde pasan.
-Yo… yo quería darte las gracias por  todo.
-De nada.- responde seco el chico. Y, finalmente, sacude el brazo para que la chica le suelte y sale de la cafetería.
Julia regresa a su mesa y se termina el refresco pensando en todo lo que acaba de pasar. Marcos la ha defendido, pero después no ha sido amable con ella. Parece que aún sigue enfadado.

sábado, 19 de enero de 2013

Capítulo 28


Carlos permanece en el pasillo, junto a la puerta de su clase. Se siente mal, la conversación con Julia le ha dejado descolocado. Desde la primera vez que le vio, supo que Marcos no era de fiar. Pero parece que la chica está empezando a enamorarse de él. Aunque parezca raro, la entiende. Básicamente, es lo mismo que le está pasando a él con Lidia. Apenas la conoce, pero ha sido un flechazo. Va a ser verdad eso de que existe el amor a primera vista. Sinceramente, no sabe qué le está pasando, y odia empezar a rayarse él solo. Lo mejor es entretenerse haciendo otra cosa. Pero, ¿entra en clase o espera a que suene el timbre? Acaba de salir del baño de chicas y todavía quedan quince minutos para que acabe la hora. Si se queda en el pasillo, puede arriesgarse a que le vea la directora o el jefe de estudios. Sí, lo mejor será pedir permiso para entrar. Dos toquecitos con los nudillos en la puerta. Nadie responde al otro lado. El chico asoma la cabeza y dice con timidez:
-¿Puedo pasar?
El profesor le mira con una expresión seria:
-Eso solo depende de usted, señor Jiménez. ¿Va a seguir hablando o me va a prestar respeto?
Carlos no responde.
-Siéntese, antes de que cambie de opinión.- termina por decir el profesor.
-Gracias, no volverá a repetirse.- dice el chico con una sonrisa.
Recorre la clase y llega a su sitio. Cumple su promesa, se sienta y no abre la boca hasta que el timbre indica el final de la clase. Es entonces cuando se levanta y se acerca a Clara. Quiere saber su versión de la historia. Marcos es su mejor amigo, de modo que le contará lo sucedido detalladamente. La chica, al verlo llegar, le dice con una sonrisa:
-Vaya comienzo de curso, amigo.
-Ya, se puede decir que me he lucido.-responde el chico mostrando sus perfectos dientes blancos y, a continuación, añade-¿Qué es lo que me ibas a decir antes de que me echasen de clase?
Clara duda un instante:
-Ah, eso… No sé si debería contártelo, le prometí a Marcos que no diría nada.
-Venga, Clara, no me dejes con la intriga, por favor. Puedes confiar en mí, sé guardar secretos.
La chica está seria. Realmente no sabe si ha metido la pata al mencionarle a su amigo algo sobre Marcos. Por otra parte, acaba de conocer a Carlos, pero parece un buen chico. No va a pasar nada porque se lo cuente, ¿no? Finalmente, sonríe:
-Vale, te lo cuento. Pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie.
-Te lo prometo.-dice Carlos con una sonrisa de oreja a oreja.
-Marcos es mi mejor amigo y hoy en el recreo le he notado raro. No es un chico que suela sonreír mucho, pero cuando está mal, soy la primera en notarlo. Al principio, no quería contarme qué le pasaba pero al final se ha sincerado conmigo. Me ha contado que había discutido con una chica, Julia. Que había sido una tontería y no tendría por qué importarle. Que estaba bien, pero que cuando la ha visto esta mañana sonriendo le ha jodido. La primera vez que la vio le pareció una chica guapa, pero nada fuera de lo normal. Sin embargo, cree que está empezando a pillarse por ella.- la expresión de la chica ha cambiado por completo. Está muy seria y parece como si le costase hablar de ello. Carlos no tiene en cuenta ese detalle y responde:
-Vaya, parece que alguien ha conseguido tocarle el corazoncito a ese tipo duro.
-¿Tipo duro? Pero si Marcos es un cacho de pan. Cuando le conocí pensaba lo mismo que tú, pero poco a poco se convirtió en una persona indispensable para mí. Ahora soy incapaz de imaginarme mi vida sin sus bromas, sus abrazos, sus sonrisas, sus secretos, sus canciones…
Si no fuera porque sabe que Marcos es su mejor amigo y que ella tiene novio, Carlos pensaría que esa chica está enamorada de ese tipo duro. Pero no puede ser, es su mejor amigo, sería un amor imposible. Además, la chica tiene una relación de más de un año con su novio, según le ha contado por la mañana. No, definitivamente, la única que está enamorada de Marcos es Julia. El profesor de la siguiente asignatura entra por la puerta e interrumpe su conversación. Todos los alumnos toman asiento y esperan impacientes el sonido que indicará el final de la mañana.

lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 27


Carlos no sabe qué hacer. Acaba de conocer a Julia, pero es incapaz de ver a alguien llorar y no hacer nada al respecto. Le han echado de clase, nadie notará su ausencia en el pasillo. ¿Qué hace? ¿Entra en el baño de chicas o espera a que Julia salga? Decide esperar. Los minutos pasan y la chica no sale del baño. Ya ha esperado demasiado. Comienza a andar y entra en el baño de chicas. Puede oír perfectamente los sollozos de Julia. No quiere asustarla, así que dice:
-¿Julia? ¿Estás ahí?
La chica, que no esperaba a nadie, levanta la cabeza, se seca las lágrimas y abre la puerta.
-Estoy aquí.- responde muy seria.
Carlos se acerca a ella y se sienta a su lado.
-No deberías estar aquí, si te pillan pueden llegar a expulsarte.
-Bueno, correré el riesgo. Tú tampoco deberías estar aquí, y mucho menos así. ¿Qué ha pasado?
Julia no sabe por dónde empezar. La verdad es que no ha pasado nada, Marcos sigue sin hablarla y Sergio apenas la presta atención. Eso es todo. Ha pedido permiso al profesor para ir al servicio, y al salir por la puerta, no ha podido evitar echarse a llorar. Son demasiadas explicaciones para alguien que ni siquiera la conoce, así que responde:
-Nada.
-¿Es por Marcos?- dice el chico sin pensar.
¿Qué? ¿Cómo sabe Carlos lo de Marcos? ¿Se lo ha contado Lidia? No, imposible. Ni siquiera ha tenido tiempo. Pero, ¿y entonces?
-¿Cómo sabes tú lo de Marcos?
-En realidad no lo sé. En el recreo he visto que le mirabas mucho, y Clara ha querido contarme algo, pero no le ha dado tiempo. Me han echado de clase.
-Bueno, la verdad es que tiene algo que ver con él…
Julia le cuenta todo lo sucedido con Marcos desde el primer momento. No sabe por qué, pero ese chico la inspira confianza. Él la escucha con atención y, cuando por fin termina, le dice:
-No estés mal por eso. Marcos es un payaso y un prepotente. El otro día estuve con él y demostró ser un imbécil. No merece tus lágrimas, preciosa.
Acto seguido, Julia le da un fuerte abrazo, la verdad es que es un gran chico. En ese momento, Lidia aparece por la puerta y ve la escena. Ninguno de los dos llega a verla, ya que ella se esconde detrás de una columna. Al ver que Julia tardaba demasiado en volver, el profesor la había mandado a buscarla. La chica observa cómo ambos se despiden:
-Bueno, tengo que irme. No estés triste, ¿vale?
-Vale, yo me quedo un rato más.
Carlos se levanta del suelo y sale por la puerta. Unos instantes más tarde, Lidia sale de su escondite y sorprende a su amiga, que la observa a través del espejo. Julia se da la vuelta sobresaltada:
-¿Qué haces aquí?
-El profesor se preocupó por ti y me mandó a buscarte, pero ya veo que estabas demasiado ocupada.
Y, sin decir nada más, sale al pasillo.
-Lidia, ¡espera!-Julia camina detrás suya, pero su amiga no le hace caso.
Llegan a clase y entran por la puerta sin cruzar palabra alguna. Desde su sitio, Manu observa cómo Lidia está a punto de llorar.

martes, 8 de enero de 2013

Capítulo 26


Unos minutos más tarde, en el patio del colegio. Los cuatro amigos se han sentado en unos bonitos bancos de madera que hay un lado del patio. A Carlos le encanta ese sitio, en su antiguo instituto las cosas eran distintas. Los profesores eran más antipáticos y los compañeros menos sociables. Las aulas eran tristes y el patio mucho más pequeño. En Madrid, todo es diferente. Dicen que Barcelona suele ser más bonita, pero él se ha enamorado de Madrid en menos de veinticuatro horas. Un balón toca su zapato y le saca de sus pensamientos. Carlos lo mira con cierta melancolía. Hace tiempo que no juega al fútbol, una de sus grandes pasiones. En Barcelona, jugaba en un equipo, pero aquí, ni siquiera se ha molestado en apuntarse a cualquier polideportivo. Un chico le hace una seña para que le pase el balón. La verdad es que tiene muchas ganas de jugar, realmente lo necesita. Se levanta y sale corriendo, controlando el balón con maestría. Sus amigos le observan con admiración. Carlos continúa su carrera. Regatea. Da un pase a un chico que ni siquiera conoce. Se lo devuelve. Chuta y el balón entra en la portería por la escuadra. Clara, que lo ha visto todo, aplaude la demostración de Carlos con una sonrisa de oreja a oreja. Este no la ve y vuelve con sus amigos.
-Guau, Carlos. No sabía que jugases tan bien. Ha sido impresionante.- le felicita Lidia.
-¿Impresionante? Ya quisiera yo, no soy tan bueno.
-Pues has estado espectacular.
-Cuando quieras te enseño.
-¿Lidia? ¿Jugando al fútbol? Seguro que pisaría el balón y caería de boca.- comenta Manu sonriente.
-Gracias, eh. Has conseguido hundirme.- dice la chica guiñando un ojo.
-¡Que no, tonta! Si sabes que te quiero más que a nada.
Lidia le da un abrazo y un beso en la mejilla a su amigo. Momentos como esos son los que consiguen enamorarla. Se da cuenta de que tiene una conversación pendiente con Carlos y regresa a la realidad.
-No hagas caso a este tonto. Cuando quieras, me enseñas un poco cómo va esto del fútbol.
-Pues ya sabes, cuando tengas un rato libre, me llamas al telefonillo y bajamos a la urba.
-Eso está hecho.
Julia, que ha estado callada toda la conversación, observa cómo Marcos tontea con la chica que hace unos instantes estaba con Carlos. ¿Cómo ha dicho que se llamaba? Carmen, Carla, Clara… ¡Eso es! Clara. Llevan un rato hablando. Ella juega con su pelo. Él sonríe. Ambos se miran a los ojos. Julia no puede oír lo que dicen. La chica le abraza y Marcos le da un beso en la mejilla. ¿Qué estará pasando? Julia baja la mirada, no quiere saber cómo sigue la cosa. El timbre indica el final del recreo y todos los alumnos regresan a las aulas.
Carlos se despide de sus amigos y entra en su clase. Allí, Clara le recibe con una bonita sonrisa.
-Has estado genial en el recreo. No sabía que jugabas al fútbol.
-¿Me has visto? ¿Dónde estabas?
-En las gradas. Has conseguido impresionarnos.
-¿Impresionaros?-pregunta Carlos, sorprendido por el plural de su afirmación.
-Sí, a Marcos y a mí.
-¿Eres amiga de Marcos?
-¡Claro! Es mi mejor amigo.
Carlos se decepciona al oír esas palabras. El otro día estuvo con él y no le cayó muy bien. Demasiado prepotente para su gusto. Lo mejor será no darle demasiada importancia. Toma asiento y atiende al profesor. Historia es demasiado difícil para él, no entiende nada. Le aburre muchísimo, ¿de qué le sirve saber la vida de gente que ya está muerta? Nunca le verá sentido. Mira a su izquierda y nota que Clara está preocupada por algo.
-¡Tss! Clara, ¿qué te pasa?
La chica le mira sorprendida.
-¿A mí? Nada, ¿por qué lo dices?
-No sé, se te ve ausente.
-Es que esta clase no interesa mucho.
-Te entiendo.
La voz del profesor interrumpe su conversación.
-Carlos y Clara, ¿se callan o quieren dar ustedes la clase?
Ambos agachan la cabeza y permanecen callados un buen rato. Pero, finalmente, Clara comienza a hablar:
-Oye, ¿alguna de tus amigas se llama Julia?
-Sí, ¿por?
-¿Y va a primero B?
-Sí, ¿a qué vienen tantas preguntas?
-A nada, es solo que Marcos…
-Espera, ¿Julia y Marcos se conocen?
La chica no puede responder, pues el profesor dice con voz rotunda:
-Ya está bien, señor Jimenez, salga del aula, por favor.
Carlos se levanta resignado. Mierda. El primer día de instituto y ya le han echado de clase. Abre la puerta y sale al pasillo.
Unos minutos más tarde, ve cómo una chica se dirige hacia él. Es Julia, y tiene lágrimas en los ojos. Al verle, echa a correr y entra en el baño a toda prisa. ¿Qué habrá pasado?