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domingo, 18 de noviembre de 2012

Capítulo 17


Carlos abre los ojos lentamente. Mierda, se ha quedado dormido escuchando música. No es la primera vez que le pasa, es un chico demasiado despistado. Coge el móvil, mira el reloj y… son las seis menos cinco. Ha quedado a las seis, no llega a tiempo ni de broma. Sale rápidamente de la cama y se pone lo primero que pilla. Entra en el baño y se mira al espejo. Bueno, no está tan mal. Puede salir a la calle así, nunca le ha importado demasiado su aspecto. Se despide de su padre y baja las escaleras a toda prisa. Recorre la urbanización y por fin llega a la calle. Son las seis y cinco. Si se da prisa, solo llegará diez minutos tarde. Solo un semáforo más y llegará a su destino. El muñequito cambia de rojo a verde en cuestión de segundos y el chico cruza lo más rápido que puede. Llega al parque situado en frente de su nuevo instituto y divisa a su prima sentada en un banco a lo lejos con dos chicos. Carlos comienza a caminar hacia allí, y Laura le observa desde la lejanía. De verdad, este chico no tiene remedio. No sabe cómo lo hace pero siempre llega tarde. Por fin, el chico llega junto al banco.
-Ya te vale, primo. Llevamos más de diez minutos esperándote.
-Lo siento, es que me he quedado dormido.
-Bueno, no importa. Os presento. Chicos, este es mi primo Carlos. Es nuevo en la ciudad y todavía no conoce a nadie. Carlos, ellos son: Sergio, mi mejor amigo, y Marcos.
-Encantado de conoceros.- dice Carlos, observando a los chicos. Ambos llevan gorras y camisetas anchas. Parecen los típicos raperos que se creen superiores al resto y no aceptan críticas por parte de nadie. La primera impresión es la más importante, y por su aspecto, no parecen muy amables. Estará con ellos por su prima, pero esta será la primera y la última vez que queda con esos dos chicos, o esa es su opinión. Lo primero que hará será intentar conocer mejor a Lidia y a sus amigos, y si es como parece, estará con ellos la mayor parte del tiempo. Sí, esa chica tiene algo especial. En cuanto ha visto el coche que se dirigía hacia ella no ha dudado ni un segundo, algo en su interior le ha impulsado a correr con todas sus fuerzas para intentar salvarla. Ha sido un impulso, no lo habría hecho por cualquiera. Van al mismo colegio y viven en el mismo edificio. Carlos no cree en el destino, pero si creyese, estaría convencido de que ha querido unirlos. Sin embargo, por el momento, para él, son simples casualidades.
El chico pasa toda la tarde con su prima y sus amigos, pero no se siente cómodo con ellos. Es un poco tímido, y ya que no les conoce, no se entera de la mitad de lo que hablan. Ellos tampoco es que hagan mucho para intentar integrarle. Su prima, de vez en cuando, habla con él, pero los otros dos no le prestan ni la más mínima atención. Por fin llega la hora de despedirse. Son las nueve y veinticinco, y tiene que estar en casa a las nueve y media. Es mejor salir ya para casa.
-Bueno, yo tengo que irme, chicos.- dice Carlos, viendo que sus amigos no tienen intención de marcharse.
-¿Tan pronto, primo? Ya hablaré yo con el tío para que te deje más tiempo.
-Bueno, tampoco es tan pronto. Pero estoy cansado y mañana empiezan oficialmente las clases. Tengo que descansar.
-¡Pero qué vago eres!- dice la chica dándole dos besos a modo de despedida.
-Adiós, Carlos. Cuídate tío.- dice Marcos, para sorpresa de este.
-Adiós.- responde él sin mucho interés.
El chico se despide con la mano y comienza a caminar hacia su casa. Se nota que ya estamos en septiembre, a esas horas empieza a refrescar un poco. Saca el móvil, se pone los auriculares y continúa caminando. Al llegar al paso de cebra de esa mañana, espera a que el muñequito se ponga de color verde. De repente, nota como alguien le tapa los ojos con las manos y le susurra al oído:
-¿Siempre vamos a encontrarnos en el mismo lugar?
El chico se quita los auriculares y se da la vuelta sorprendido.
-¡Lidia! ¿Qué haces aquí?
-Pues creo que lo mismo que tú. Volver a casa, ¿no?
-Creo que sí.- dice el chico con una dulce sonrisa.
-¿Se puede saber de dónde viene el señorito que no conoce a nadie en la ciudad?
-Te dije que conocía a mi prima. Precisamente vengo de estar con ella y sus amigos.
-¡Claro, tu prima! He visto una foto en tu Tuenti en la que salíais los dos de pequeños y me resulta muy familiar. ¿Cómo se llama?
-Pues claro que te resulta familiar. Va a tu clase. Es Laura, Laura Jiménez.
-¿Qué dices? ¿Tu prima es Laura? Jamás lo habría adivinado.- Lidia reflexiona unos instantes. La verdad es que un aire sí que se dan. No es que sean clavados, pero un poco sí se parecen. ¿Cómo no se le habría ocurrido antes? ¿Habrá quedado en ridículo delante de su nuevo amigo? 

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