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sábado, 22 de diciembre de 2012

Capítulo 24


A diez minutos de ser las ocho de la mañana, un rayo de luz ilumina la cara de Julia. Alguien ha abierto la puerta de su habitación. Valentina entra deprisa y sube la persiana haciendo demasiado ruido.
-Valen, no hagas tanto ruido, que tengo sueño.
La chica mayor se sienta sobre la cama de su hermana, le acaricia cariñosamente la cabeza y le dice:
-Julia, entramos a las ocho y diez, y faltan diez minutos para ser las ocho. Despierta pequeña, que nos hemos dormido.
La chica abre los ojos como platos y sale de la cama. Joder, el primer día y ya llega tarde. Empezamos bien el instituto. Entra en el baño y se lava la cara. Recorre el pasillo, entra en la cocina, abre la nevera y saca un zumo de melocotón, su favorito. Se lo toma y comienza a vestirse. Un cuarto de hora después, ya está lista para ir al instituto. No llega ni de broma. Está demasiado lejos para llegar a tiempo. Valen la espera en el salón.
-Vamos a llegar tarde.- dice la pequeña.
-Sí, pero no llegaremos muy tarde si te llevo en moto.
Valentina le da un casco de color blanco a su hermana y ambas bajan al garaje. Siempre le han gustado las motos y, en cuanto cumplió los dieciséis, hace unos meses, estudió para sacarse el carnet. Se le dio bastante bien y sus padres le compraron una moto como recompensa, su preciosa Vespa roja. La misma que está aparcada en el garaje. Las chicas se ponen el casco y se suben a la moto. Ya están acostumbradas, han pasado todo el verano moviéndose en Vespa. De modo que no les resulta complicado salir a la calle. Valentina pisa el acelerador y continúa su camino hasta llegar a un semáforo en rojo. Julia disfruta mucho cuando va en moto, es algo que siempre le ha gustado. Está segura que de mayor tendrá una de ellas y será como su hermana. El circulito del semáforo se pone en verde y, cinco minutos más tarde, las chicas llegan al instituto. Valentina aparca la moto en la puerta y se despide de Julia. Ambas suben corriendo las escaleras hasta su clase. Por el camino, Julia se encuentra con algún que otro alumno en la misma situación que ella. Bueno, al menos no es la única. Llega a su clase y llama a la puerta. Nadie responde, abre y ve que el profesor todavía no ha llegado. ¡Qué suerte ha tenido! Nada más entrar en clase, Lidia se acerca a ella y le pregunta:
-Juli, ¿qué te ha pasado?
-Nada, el primer día y ya me he dormido. Se me olvidó poner el despertador.
-Joder, macho, me has tenido media hora esperando eh.- dice Manu con una sonrisa.
-Anda, enano, ya sé que no puedes vivir sin mí.- responde la chica.
Lidia, muerta de celos, muestra una falsa sonrisa. El timbre suena y la profesora de Lengua entra por la puerta. Menos mal, no aguantaría ni un segundo más de tonteo entre sus dos mejores amigos. Todos los alumnos se sientan en sus pupitres y atienden a la explicación. Julia se sorprende, pues Marcos no ha aparecido por clase, y cómo no, Sergio tampoco. Seguro que se han ido a pintar o simplemente a pasar el tiempo, lo que sea con tal de no ir a clase. En ese momento, alguien llama a la puerta. La profesora abre y todos ven a un Sergio acalorado, con motivo de una buena carrera. Menos mal, el chico no estaba con Marcos. Entra en clase y toma asiento, no sin antes dedicarle una bonita sonrisa a Julia. Ayer congeniaron bastante bien y no quiere estropearlo. La chica se sonroja y Lidia muestra una discreta risita. “Menuda sonrisa acaba de echarle Sergio aquí a mi amiga” piensa. Los minutos pasan y la clase acaba. Nadie ha prestado demasiada atención a las explicaciones, todos estaban mentalmente dormidos. Manu y Lidia se levantan y se asoman a la puerta. Julia está demasiado ocupada hablando con Sergio. En el pasillo, los alumnos caminan y se dirigen a los baños o simplemente charlan entre ellos. De repente, Marcos entra en clase dando un fuerte empujón a Manu para que le deje pasar:
-¡Quita maricón!- es lo único que dice.
Lidia hace ademán de defender a su amigo, pero Manu la detiene.
-Déjalo, tía. No merece la pena.
-Pero no puedes dejar que te trate así, no tiene ningún derecho.
Marcos suelta una sonora carcajada y se limita a decir:
-Yo hago lo que me da la gana, y una niñata como tú no me va a decir lo contrario.
-¡Eh! A Lidia la dejas en paz. A mí dime lo que quieras, pero a ella ni la toques, imbécil.- contesta Manu.
-¡Qué miedo me das! Os dejo solos, parejita.
-Nosotros no tenemos la culpa de que Julia pase de tu cara.-dice Lidia.
Marcos no responde, eso le ha dolido. Pone cara de no tener muchos amigos, se dirige a su pupitre y se sienta de mala manera. 

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